Evangelio, anarquismo y conspiración
Javier Sicilia
(Proceso, domingo 30 de diciembre de 2007)
Dos acontecimientos en el orden de la cultura cerraron el año: elhomenaje a Iván Illich, en Cuernavaca, con el coloquio "La convivencialidad en la era de los sistemas", y el homenaje a Andrés Aubry, en San Cristóbal de las Casas. Lo que caracterizó a ambos no fue sólo la asistencia de varias personalidades, sino la voluntad de encontrar caminos alternativos a un mundo sistémico y globalizado, a la luz de dos hombres que fueron sacerdotes y cuyas críticas y alternativas al poder y sus vertientes sistémicas abrevaron de las fuentes del Evangelio.
La coincidencia no es sólo feliz. Permite también entrar --en estos tiempos en que Occidente acaba de celebrar el acontecimiento másimportante de su existencia, la Navidad-- en una reflexión poco usual en el orden de lo que la Iglesia jerárquica ha enseñado desde el momento en que al lado de Constantino se volvió una institución imperial y, como lo mostró Illich, el modelo sobre el que se edificarían el Estado y sus instituciones modernas: la obediencia a la autoridad.
Si algo caracteriza la prédica de Jesús es --frente a un Dios que es señor del universo-- su profundo anarquismo en relación con cualquier autoridad y su clarividente sentido de crear autonomías autárquicas. No quiero decir con esto que Jesús fuera enemigo delpoder, sino que lo despreció y le negó cualquier autoridad.
Muchos son los pasajes evangélicos que lo muestran --desde las tentaciones en el desierto, hasta su comparecencia ante el Sanedrín, Herodes y Poncio Pilatos--. Sin embargo, por el espacio que tengo, me referiré sólo a uno.
Mientras iban a Jerusalén, algunos de los discípulos, que parecían convencidos de que Jesús tomaría el poder, comenzaron a discutir sobre quién estaría más cerca de él. La mujer de Zebedeo, madre de Santiago y Juan, pide a Jesús: "Manda que, cuando reines (mis dos hijos), se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda". Jesús les recrimina su actitud y agrega esta perentoria frase: "Ustedes saben que los jefes de las naciones las tiranizan y que los poderosos imponen su autoridad. No será así entre ustedes: antes bien, quien quiera ser grande entre ustedes hágase su servidor".
A los ojos de Jesús no puede haber un buen poder político cuando hay jefes y poderosos. Pero tampoco hay que combatirlo. Debe, por el contrario, dejarse de lado y crear una sociedad al margen en la que no haya ni poder ni autoridad ni jerarquía, sino puro servicio y don gratuito en el común.
Muchas veces se ha querido ver en estas palabras una "desocialización" de Jesús. Sin embargo, Jesús nunca aconsejó salir de la sociedad, sino, como procuraron hacerlo Illich y Aubry, permanecer dentro de ella constituyendo comunidades que obedezcan a otras reglas y leyes en donde los jefes y los poderosos no tengan cabida. Para Jesús, la vida común debía fundarse no en la igualdad ni en la libertad, sino en la gratuidad del amor y el servicio, que en sí misma contiene la libertad y la igualdad.
Es lo que de alguna forma, después de la muerte de Jesús, vivió la Iglesia primitiva antes de entrar en el terreno de la política imperial y corromperse por su relación con el poder.
En la liturgia cristiana del siglo I, el osculum, el beso --que adquirió en la misa actual el beso light de la paz--, se convirtió en la conspiratio, el beso en la boca por el que los participantes del culto compartían su espíritu y designaban la unión en el EspírituSanto, la comunidad que toma forma en el aliento de Dios. Era una co-respiración, una conspiración, es decir, la producción de una atmósfera común, de un medio divino.
En la liturgia cristiana del siglo I, el osculum, el beso --que adquirió en la misa actual el beso light de la paz--, se convirtió en la conspiratio, el beso en la boca por el que los participantes del culto compartían su espíritu y designaban la unión en el EspírituSanto, la comunidad que toma forma en el aliento de Dios. Era una co-respiración, una conspiración, es decir, la producción de una atmósfera común, de un medio divino.
En esa conspiratio, donde todo era en común, se creó un nuevo nosotros que no pertenecía al mundo de la política, en el sentido griego; ni al del ciudadano de la urbis, en el sentido romano --ambos universos jerárquicos y excluyentes de otros que no pertenecían a la misma matriz cultural--, sino a una comunidad verdaderamente democrática en donde esclavo y amo, judío y griego, contribuían a crear ese común al que, por la comida eucarística, la comestio, que seguía a la conspiratio, podían pertenecer inmediatamente.
Quizá de ahí surgió el sentido que actualmente tiene la palabra: una alianza de rebeldes que trata de subvertir la comunidad política. Para el mundo imperial, esos cristianos que se reunían a conspirar, y rompían cualquier orden jerárquico y de poder, eran, como lo fue su fundador, rebeldes peligrosos para el sistema. Quizá de ahí también la animadversión que una Iglesia extremadamente jerarquizada y corrompida con los poderes del poder político y del mercado tenía por Illich y Aubry, que bebían de las fuentes anarquistas del Evangelio y vivieron la conspiratio. De ahí también esos dos homenajes con los que cerramos el año y cuyos trabajos han sido en el doble sentido del término una conspiratio contra los poderes del siglo, una búsqueda del orden común y del retorno a las fuentes secretas que fundaron Occidente, y una señal de salud y esperanza frente a la nueva imbecilidad política que quiere disfrazarse de cristianismo.
Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco y de la APPO, y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca.
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