Y la crisis apa??
Ayer comentábamos en el tag y me pareció muy interesante y a la vez
insultante que después de todo lo que les dijeron, "Que no tienen madre", " Si
no pueden con su trabajo, renuncien!" con todo y eso, los dipu-tables ,
senadores y demas gobernantes se sirven con la cuchara grande y recibirán un
jugoso aguinaldo ( lo peor de todo este aguinaldo libre de impuesto, cuando
absolutamente todos los mexicanos lo pagan) es estas épocas cuando el horno no
esta para bollos.Hoy lo comentan también en el Universal:
Jugosos aguinaldos ofenden a empresariosEmpresarios de Mexicali, encabezados por el líder de la Cámara Nacional de Comercio (Canaco), Marco Julio Reyes, ordenaron realizar un spot para expresar su malestar por la aprobación de elevados aguinaldos y bonos de fin de año, que recibirán senadores, diputados y gobernadores, cuando el país se sumerge en una crisis ... la nota completa aquí
Yo digo que no solo ofende a empresarios, sino a todos los mexicanos
viernes, 26 de diciembre de 2008
Alégrense los corazones!!
Hola a todos, y feliz navidad y año nuevo, y todas esas cosas que se dicen... Una especial felicitación a los derechosos, además de su festejo del solsticio de invierno, ya que han ocurrido verdaderos milagros en sus cerebritos: ¡han admitido que ESTAMOS EN UNA CRISIS!, aunque los gobernantes que ellos aman hasta la más insospechada pendejez sigan con su necedad de ponerle nombres sofisticados a la situación (desaceleración, catarrito... nunca recesión, porque eso ya se parece más a la realidad), en la esperanza de que la gente que subsiste a duras penas -es decir, la mayoría en el país- despierte mañana y diga: "¡Qué bueno que la economía no crece, se pierden miles de empleos y se encarece exageradamente la vida! Es más: no sé a ustedes, pero a mí ¡hasta me emociona un poquito esto de los tiempos difíciles!". (Nota mental: en una competencia de oligofrenia entre Fox y el zotaco, ¿quién ganaría?)
En fin, he aquí la conmovedora declaración que me llena los ojos de lágrimas:
Nótese todo el candor de la declaración. Te digo pendejo, idiota, imbécil, estúpido, descerebrado, etc., en tu cara, todos los días... Voy a tu trabajo y muevo mis influencias para que te paguen apenas la mitad de tu sueldo por las mismas horas... Molesto y amenazó diariamente a tu familia... Mi tienda de abarrotes, que es en la única donde puedes comprar víveres, te vende todo al doble de precio sólo por ser tú, y no puedes hacer nada porque yo tengo dinero (más que tú, por lo menos) y puedo comprar a quien sea... Y después de dos años vienes y me dices: "No sé por qué, pero creo que usted trata de ofenderme..."
No, si de que los hay, los hay... Albricias a todos!! Aloquénse en la fiesta de año nuevo, nomás no afecten a terceros, porque los empresarios pueden tener pérdidas de miles de millones por culpa de ustedes. Ya saben: subiditos en la banqueta, por faviush.
Una razón más para apoyar a la izquierda libre en lo que queda del 2008, y todo el 2009.
jueves, 18 de diciembre de 2008
Escribimos Nacidos para perder, pero no para transar
Paco Ignacio Taibo II*
Escribimos Nacidos para perder, pero no para transar
Escribimos desde la ciudad que amamos y que nos enloquece. La ciudad cuyas maravillosas luces del atardecer y cuyos ciudadanos de todos los días nos iluminan.
Solemos hacerlo desde la rabia que provoca la injusticia, el abuso del poder, la corrupción, el miedo, la doble moral mojigata de aquellos que bendicen con la mano derecha y se masturban con la izquierda.
Escribimos desde la vaga sensación mutante de que nada de lo que se pone en el papel ha de alterar la historia, ni siquiera la historia personal, y sin embargo desde la clara percepción y la esperanza de que en medio de la selva urbana de antenas de televisión, alguien nos escucha y todo está cambiando.
Escribimos desde las pasiones desgastadas, y no por ello menos intensas, de los que se saben propietarios de la letra en países dominados por la perversión de la falacia de las ondas y el analfabetismo funcional; bromeamos en las ferias del libro y decimos que 60 firmas nuestras, libro incluido, se canjean por una de Maradona y dos de Hugo Sánchez.
Escribimos desde las vocaciones de la voluntad, la leyenda, la utopía, el humor negro, la sátira, el melodrama involuntario, el realismo accidental.
Escribimos como si nos fuéramos a morir si no pudiéramos contar un cuento de hadas, los delirios del presidente, la ausencia del parque del Seguro Social, la cascarita futbolera de la esquina, la resistencia tenaz de los huelguistas; como si pudiéramos convocar los fantasmas de Pancho Villa, José Revueltas y el cura Matamoros. Y efectivamente nos morimos si dejamos de hacerlo.
Escribimos como si nos fuera el alma en el intento, como si fuéramos a perder el último tranvía nocturno si no ponemos el acento o encontrar la palabra que describe el smog en las noches, cuando no es posible verlo.
Y llamamos a leer, porque fieles a las tradiciones de la izquierda, pensamos que la lectura desata la imaginación, el pensamiento crítico, liquida a la soledad y que sin duda: “verbo mata a carita”.
Escribimos porque creemos en el poder de la palabra escrita, en su insinuante capacidad transformadora. Sabemos que la literatura es el gran instrumento de destrucción de las neuronas averiadas, que es el gran barco alienígena que navega en nuestras cabezas; que nadie será el mismo después de haber leído el diario de Ana Frank, que no se puede ser racista a los 40 si en la adolescencia fuiste sandoka-salgariano, que no está mal usar como los cuatro mosqueteros la palabra “honor”; que cuando Lenin fallaba Robin Hood era infalible, que se liga mejor con los poemas de Neruda y que el conde de Montecristo es el portador de algo tan sagrado como la vocación de la venganza, el mejor de los instrumentos políticos en estas tierras.
Escribimos desde el lugar que nos ha escogido y que hemos decidido nuestro, desde una ciudad cuyo nombre evoca temblores, represiones, gloriosas luchas populares y que a veces nos parece el último reducto de las pasiones en un planeta descafeinado y light.
No necesitamos una cuota extra de exotismo para que nuestros lectores nos quieran, compartimos con ellos el amor por cosas reales o inventadas, como el Ajusco al atardecer, la lluvia torrencial estimulada por Tláloc, el color escarlata de los cielos, el penacho de Moctezuma, los maratones de barrio, los personajes que se cortan las venas por amor, los puestos de comida callejeros a la salida del Hospital General, la rumbosa marcha de las obreras de Medalla por Reforma, segundos antes de que las reprimieran, la sensación de que un libro es tan útil como una hamaca en la selva amazónica peruana o la idea de que el sexo es una fiesta peligrosa.
Escribimos en una ciudad en la que sólo son inmutables la virgen de Guadalupe y el osito bimbo, en su eterna falacia virtual, los 40 ladrones de Alí Babá que cobran cheque en la tesorería federal y la certeza de que ni el futbol ni la lotería, ni el voto manchado por el fraude nos harán justicia.
Escribimos sonriendo cuando recordamos que nos hemos hecho una camiseta en cuyo frente reza: “Nacidos para perder”, pero a la que sagazmente le hemos puesto en la espalda: “Pero no para transar”. Y que la camiseta de tantos años de lavarla luce sus letras orgullosamente deslavadas.
No pedimos más de lo que ya tenemos: la posibilidad de escribir y que nos lean.
Y narramos por tanto, desde la feroz y divertida rabia de los que han perdido el avión tantas veces y en tantos aeropuertos, que empiezan a recobrar el sentido del viaje.
*Discurso pronunciado ante la ALDF, tras recibir la medalla.
Escribimos desde la ciudad que amamos y que nos enloquece. La ciudad cuyas maravillosas luces del atardecer y cuyos ciudadanos de todos los días nos iluminan.
Solemos hacerlo desde la rabia que provoca la injusticia, el abuso del poder, la corrupción, el miedo, la doble moral mojigata de aquellos que bendicen con la mano derecha y se masturban con la izquierda.
Escribimos desde la vaga sensación mutante de que nada de lo que se pone en el papel ha de alterar la historia, ni siquiera la historia personal, y sin embargo desde la clara percepción y la esperanza de que en medio de la selva urbana de antenas de televisión, alguien nos escucha y todo está cambiando.
Escribimos desde las pasiones desgastadas, y no por ello menos intensas, de los que se saben propietarios de la letra en países dominados por la perversión de la falacia de las ondas y el analfabetismo funcional; bromeamos en las ferias del libro y decimos que 60 firmas nuestras, libro incluido, se canjean por una de Maradona y dos de Hugo Sánchez.
Escribimos desde las vocaciones de la voluntad, la leyenda, la utopía, el humor negro, la sátira, el melodrama involuntario, el realismo accidental.
Escribimos como si nos fuéramos a morir si no pudiéramos contar un cuento de hadas, los delirios del presidente, la ausencia del parque del Seguro Social, la cascarita futbolera de la esquina, la resistencia tenaz de los huelguistas; como si pudiéramos convocar los fantasmas de Pancho Villa, José Revueltas y el cura Matamoros. Y efectivamente nos morimos si dejamos de hacerlo.
Escribimos como si nos fuera el alma en el intento, como si fuéramos a perder el último tranvía nocturno si no ponemos el acento o encontrar la palabra que describe el smog en las noches, cuando no es posible verlo.
Y llamamos a leer, porque fieles a las tradiciones de la izquierda, pensamos que la lectura desata la imaginación, el pensamiento crítico, liquida a la soledad y que sin duda: “verbo mata a carita”.
Escribimos porque creemos en el poder de la palabra escrita, en su insinuante capacidad transformadora. Sabemos que la literatura es el gran instrumento de destrucción de las neuronas averiadas, que es el gran barco alienígena que navega en nuestras cabezas; que nadie será el mismo después de haber leído el diario de Ana Frank, que no se puede ser racista a los 40 si en la adolescencia fuiste sandoka-salgariano, que no está mal usar como los cuatro mosqueteros la palabra “honor”; que cuando Lenin fallaba Robin Hood era infalible, que se liga mejor con los poemas de Neruda y que el conde de Montecristo es el portador de algo tan sagrado como la vocación de la venganza, el mejor de los instrumentos políticos en estas tierras.
Escribimos desde el lugar que nos ha escogido y que hemos decidido nuestro, desde una ciudad cuyo nombre evoca temblores, represiones, gloriosas luchas populares y que a veces nos parece el último reducto de las pasiones en un planeta descafeinado y light.
No necesitamos una cuota extra de exotismo para que nuestros lectores nos quieran, compartimos con ellos el amor por cosas reales o inventadas, como el Ajusco al atardecer, la lluvia torrencial estimulada por Tláloc, el color escarlata de los cielos, el penacho de Moctezuma, los maratones de barrio, los personajes que se cortan las venas por amor, los puestos de comida callejeros a la salida del Hospital General, la rumbosa marcha de las obreras de Medalla por Reforma, segundos antes de que las reprimieran, la sensación de que un libro es tan útil como una hamaca en la selva amazónica peruana o la idea de que el sexo es una fiesta peligrosa.
Escribimos en una ciudad en la que sólo son inmutables la virgen de Guadalupe y el osito bimbo, en su eterna falacia virtual, los 40 ladrones de Alí Babá que cobran cheque en la tesorería federal y la certeza de que ni el futbol ni la lotería, ni el voto manchado por el fraude nos harán justicia.
Escribimos sonriendo cuando recordamos que nos hemos hecho una camiseta en cuyo frente reza: “Nacidos para perder”, pero a la que sagazmente le hemos puesto en la espalda: “Pero no para transar”. Y que la camiseta de tantos años de lavarla luce sus letras orgullosamente deslavadas.
No pedimos más de lo que ya tenemos: la posibilidad de escribir y que nos lean.
Y narramos por tanto, desde la feroz y divertida rabia de los que han perdido el avión tantas veces y en tantos aeropuertos, que empiezan a recobrar el sentido del viaje.
*Discurso pronunciado ante la ALDF, tras recibir la medalla.
miércoles, 17 de diciembre de 2008
Para la derecha y ultraderecha católica (y quienes parecen, pero "no son"...): ¿cómo ven que su Jesús era anarquista? (por eso me cae bien =P...)
Evangelio, anarquismo y conspiración
Javier Sicilia
(Proceso, domingo 30 de diciembre de 2007)
Dos acontecimientos en el orden de la cultura cerraron el año: elhomenaje a Iván Illich, en Cuernavaca, con el coloquio "La convivencialidad en la era de los sistemas", y el homenaje a Andrés Aubry, en San Cristóbal de las Casas. Lo que caracterizó a ambos no fue sólo la asistencia de varias personalidades, sino la voluntad de encontrar caminos alternativos a un mundo sistémico y globalizado, a la luz de dos hombres que fueron sacerdotes y cuyas críticas y alternativas al poder y sus vertientes sistémicas abrevaron de las fuentes del Evangelio.
La coincidencia no es sólo feliz. Permite también entrar --en estos tiempos en que Occidente acaba de celebrar el acontecimiento másimportante de su existencia, la Navidad-- en una reflexión poco usual en el orden de lo que la Iglesia jerárquica ha enseñado desde el momento en que al lado de Constantino se volvió una institución imperial y, como lo mostró Illich, el modelo sobre el que se edificarían el Estado y sus instituciones modernas: la obediencia a la autoridad.
Si algo caracteriza la prédica de Jesús es --frente a un Dios que es señor del universo-- su profundo anarquismo en relación con cualquier autoridad y su clarividente sentido de crear autonomías autárquicas. No quiero decir con esto que Jesús fuera enemigo delpoder, sino que lo despreció y le negó cualquier autoridad.
Muchos son los pasajes evangélicos que lo muestran --desde las tentaciones en el desierto, hasta su comparecencia ante el Sanedrín, Herodes y Poncio Pilatos--. Sin embargo, por el espacio que tengo, me referiré sólo a uno.
Mientras iban a Jerusalén, algunos de los discípulos, que parecían convencidos de que Jesús tomaría el poder, comenzaron a discutir sobre quién estaría más cerca de él. La mujer de Zebedeo, madre de Santiago y Juan, pide a Jesús: "Manda que, cuando reines (mis dos hijos), se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda". Jesús les recrimina su actitud y agrega esta perentoria frase: "Ustedes saben que los jefes de las naciones las tiranizan y que los poderosos imponen su autoridad. No será así entre ustedes: antes bien, quien quiera ser grande entre ustedes hágase su servidor".
A los ojos de Jesús no puede haber un buen poder político cuando hay jefes y poderosos. Pero tampoco hay que combatirlo. Debe, por el contrario, dejarse de lado y crear una sociedad al margen en la que no haya ni poder ni autoridad ni jerarquía, sino puro servicio y don gratuito en el común.
Muchas veces se ha querido ver en estas palabras una "desocialización" de Jesús. Sin embargo, Jesús nunca aconsejó salir de la sociedad, sino, como procuraron hacerlo Illich y Aubry, permanecer dentro de ella constituyendo comunidades que obedezcan a otras reglas y leyes en donde los jefes y los poderosos no tengan cabida. Para Jesús, la vida común debía fundarse no en la igualdad ni en la libertad, sino en la gratuidad del amor y el servicio, que en sí misma contiene la libertad y la igualdad.
Es lo que de alguna forma, después de la muerte de Jesús, vivió la Iglesia primitiva antes de entrar en el terreno de la política imperial y corromperse por su relación con el poder.
En la liturgia cristiana del siglo I, el osculum, el beso --que adquirió en la misa actual el beso light de la paz--, se convirtió en la conspiratio, el beso en la boca por el que los participantes del culto compartían su espíritu y designaban la unión en el EspírituSanto, la comunidad que toma forma en el aliento de Dios. Era una co-respiración, una conspiración, es decir, la producción de una atmósfera común, de un medio divino.
En la liturgia cristiana del siglo I, el osculum, el beso --que adquirió en la misa actual el beso light de la paz--, se convirtió en la conspiratio, el beso en la boca por el que los participantes del culto compartían su espíritu y designaban la unión en el EspírituSanto, la comunidad que toma forma en el aliento de Dios. Era una co-respiración, una conspiración, es decir, la producción de una atmósfera común, de un medio divino.
En esa conspiratio, donde todo era en común, se creó un nuevo nosotros que no pertenecía al mundo de la política, en el sentido griego; ni al del ciudadano de la urbis, en el sentido romano --ambos universos jerárquicos y excluyentes de otros que no pertenecían a la misma matriz cultural--, sino a una comunidad verdaderamente democrática en donde esclavo y amo, judío y griego, contribuían a crear ese común al que, por la comida eucarística, la comestio, que seguía a la conspiratio, podían pertenecer inmediatamente.
Quizá de ahí surgió el sentido que actualmente tiene la palabra: una alianza de rebeldes que trata de subvertir la comunidad política. Para el mundo imperial, esos cristianos que se reunían a conspirar, y rompían cualquier orden jerárquico y de poder, eran, como lo fue su fundador, rebeldes peligrosos para el sistema. Quizá de ahí también la animadversión que una Iglesia extremadamente jerarquizada y corrompida con los poderes del poder político y del mercado tenía por Illich y Aubry, que bebían de las fuentes anarquistas del Evangelio y vivieron la conspiratio. De ahí también esos dos homenajes con los que cerramos el año y cuyos trabajos han sido en el doble sentido del término una conspiratio contra los poderes del siglo, una búsqueda del orden común y del retorno a las fuentes secretas que fundaron Occidente, y una señal de salud y esperanza frente a la nueva imbecilidad política que quiere disfrazarse de cristianismo.
Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco y de la APPO, y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca.
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Allá quienes atiendan a la más eficaz fábrica de gente pendeja en la Historia...
Luis Linares Zapata
Tv: crisis y desinformación
La distancia entre el quehacer político de la elite nacional y el sentir popular se ha hecho tan profunda que ya no se reconocen mutuamente. La llamada clase política se regodea en sí misma y sólo atisba a su íntimo derredor, ya sea de intereses empresariales o de control y progreso burocrático. Fenómeno similar le está sucediendo al aparato de comunicación establecido (radiotelevisión) respecto de sus auditorios. La ausencia de temas que recalen en la conciencia colectiva es notable, sobre todo en estos días de crisis generalizada. Pero también dicha distancia se agudiza por la inclusión cotidiana, en los medios electrónicos sobre todo, de abundantes dosis de desinformación. Esa especie de paliativos momentáneos que nublan la percepción de la mayoría.
Esquivar la vertiente interna de la crisis económica se ha vuelto un torneo entre los comunicadores y sus medios. Nadie habla en ellos de devaluación, aunque el peso haya caído, sólo en meses recientes, 30 por ciento. Menos aún de una estructura productiva desarticulada que debe importar aún lo estrictamente necesario (alimentos) para beneficio de las trasnacionales del sector. Mejor transmitir tranquilidad, no alebrestar al populacho, pues la carestía no es tan grave (apenas 4 por ciento anual, según el Banco de México) y los salarios no pueden ser elevados más allá de una inflación proyectada a voluntad de los conductores del país.
La distancia entre el quehacer político de la elite nacional y el sentir popular se ha hecho tan profunda que ya no se reconocen mutuamente. La llamada clase política se regodea en sí misma y sólo atisba a su íntimo derredor, ya sea de intereses empresariales o de control y progreso burocrático. Fenómeno similar le está sucediendo al aparato de comunicación establecido (radiotelevisión) respecto de sus auditorios. La ausencia de temas que recalen en la conciencia colectiva es notable, sobre todo en estos días de crisis generalizada. Pero también dicha distancia se agudiza por la inclusión cotidiana, en los medios electrónicos sobre todo, de abundantes dosis de desinformación. Esa especie de paliativos momentáneos que nublan la percepción de la mayoría.
Esquivar la vertiente interna de la crisis económica se ha vuelto un torneo entre los comunicadores y sus medios. Nadie habla en ellos de devaluación, aunque el peso haya caído, sólo en meses recientes, 30 por ciento. Menos aún de una estructura productiva desarticulada que debe importar aún lo estrictamente necesario (alimentos) para beneficio de las trasnacionales del sector. Mejor transmitir tranquilidad, no alebrestar al populacho, pues la carestía no es tan grave (apenas 4 por ciento anual, según el Banco de México) y los salarios no pueden ser elevados más allá de una inflación proyectada a voluntad de los conductores del país.
Se nota que hay urgencia por reponer el caduco sistema financiero, ése que empinó la crisis actual y cuarteó la credibilidad en los centros de poder del imperio. Para eso se reunieron durante la celebración del mercado de valores: no cambiar lo obsoleto fue la instrucción desde lo alto. Mesura: los derivados son instrumentos indispensables, concluyeron banqueros y demás usufructuarios. Los intereses y las comisiones bancarias no son agio; son realidades impuestas por el mercado, siguen afirmando con inaudito cinismo depredador de las economías familiares e individuales. La misma voz de alerta del Fondo Monetario Internacional contra seguir incrementando las desigualdades parece condenada al olvido y el destierro de las mesas de los abundantes analistas a modo.
No pasa un simple día sin que en los noticieros televisivos o radiofónicos se incluyan abundantes notas altisonantes, escándalos (fabricados o no), vendettas interesadas de los conductores y los propios medios o tontas notas de color de elevada sensiblería que, en conjunto, actúan como distractores de la realidad imperante. Un modo harto conocido de no ocuparse de lo que importa o afecta los intereses monopólicos y de las metrópolis.
Los mismos reportes de la violencia imperante son tratados sin que se atente, siquiera, algún dato que auxilie al ciudadano para darle contexto o perspectiva a tan bélico acontecer.
La guerra contra el narcotráfico se ha transformado en un penar cotidiano, una serie de horror continuo que parecen no tener fin. El miedo como factor desmovilizador se desprende de las pantallas y los micrófonos con fluidez nada recomendable para la sanidad de la colectividad.
Una rampante ignorancia sobre la negociación entre las autoridades mexicanas encargadas de conducir dicha guerra con su contraparte estadunidense es regla común. ¿O es que no hubo negociación previa sobre el tráfico de armas, información precisa del terreno de lucha, de los enemigos de la sociedad, de su capacidad destructiva, de la cuantía y canales de flujo de sus recursos en ambos lados de la frontera? ¿Alguien ha examinado en la televisión o la radio las condiciones prevalecientes en los lugares de donde provienen tantos mexicanos que se matan entre sí? ¿Cuántos matones más saldrán a las calles a disparar obedeciendo órdenes dada su disposición a tan cruento oficio? ¿Cómo contener esta sangría de juventud? Son sólo algunas preguntas que no se oyen en la radiotelevisión.
Locutores y comentaristas se ocupan, hasta el cansancio y mayor detalle, de ciertos asuntos trascendentes: los chuchos, la izquierda partidaria moderna, constructiva; la presumida falta de unidad del PRD; (ahora una modalidad del fraude) AMLO y sus ambiciones que rechaza 50 por ciento de los electores según encuesta desconocida, pero difundida con relieve amigo.
A veces aparecen en las pantallas, para el espanto de inversionistas locales, fraudes superbillonarios allá lejos, en la Nueva York de las impecables reglas del juego, las calificadoras impolutas y las autoridades alertas, siempre vigilantes del bienestar del inversionista pequeño para que no sea engañado por los tiburones famosos.
Qué decir de los sepelios, narrados con voz entrecortada, condolida, de conocidos jóvenes inmolados por el crimen y la complicidad o la negligencia de las policías. Todo un universo de desinformación al alcance de los empresarios de la comunicación masiva metidos de lleno en el tráfico de influencia o en la defensa de sus posiciones de clase y grupo. Ya para qué hablar de aquellos que le atoran al chantaje y las campañas de ataque frontal, personalizado hasta el descaro, directo sobre ciertos actores políticos para mutarlos en benefactores (ley Televisa).
Las mismas alertas que lanzó el empresario Carlos Slim fueron minimizadas en la difusión. No pretendían éstas defender al desvalido en su vertiente de expoliados consumidores de la banca o de servicios y bienes públicos, sino prevenir a los de su entorno, a sus colegas, contra los devastadores efectos electorales que ocasionará entre la población la crisis en proceso.
Y más quieren alertar, desde la cúspide, sobre aquellos (en preciso aquél: AMLO) que pueden salir beneficiados (la izquierda) con ella. 2009 no será un año de réditos electivos para las elites y menos para el desgobierno del señor Calderón, los panistas y sus aliados en el Congreso. La ciudadanía está consciente de los daños que se le ocasionan, del desamparo en que se le deja, de la ausencia de redes protectoras, (eliminadas con alevosía) de programas para atemperar esos daños que, según se dice, provienen de fuera. Sólo ven pasar los recates a los poderosos, a los compadres, los cómplices de siempre.
Para el hombre de la calle, la mujer trabajadora, el joven disponible, el anciano, el pequeño industrial, el estanquillero, el agricultor de escala reducida, el albañil desempleado o el milpero empobrecido sólo habrá ralos sobrantes del banquete al que realmente nunca han sido invitados.
No pasa un simple día sin que en los noticieros televisivos o radiofónicos se incluyan abundantes notas altisonantes, escándalos (fabricados o no), vendettas interesadas de los conductores y los propios medios o tontas notas de color de elevada sensiblería que, en conjunto, actúan como distractores de la realidad imperante. Un modo harto conocido de no ocuparse de lo que importa o afecta los intereses monopólicos y de las metrópolis.
Los mismos reportes de la violencia imperante son tratados sin que se atente, siquiera, algún dato que auxilie al ciudadano para darle contexto o perspectiva a tan bélico acontecer.
La guerra contra el narcotráfico se ha transformado en un penar cotidiano, una serie de horror continuo que parecen no tener fin. El miedo como factor desmovilizador se desprende de las pantallas y los micrófonos con fluidez nada recomendable para la sanidad de la colectividad.
Una rampante ignorancia sobre la negociación entre las autoridades mexicanas encargadas de conducir dicha guerra con su contraparte estadunidense es regla común. ¿O es que no hubo negociación previa sobre el tráfico de armas, información precisa del terreno de lucha, de los enemigos de la sociedad, de su capacidad destructiva, de la cuantía y canales de flujo de sus recursos en ambos lados de la frontera? ¿Alguien ha examinado en la televisión o la radio las condiciones prevalecientes en los lugares de donde provienen tantos mexicanos que se matan entre sí? ¿Cuántos matones más saldrán a las calles a disparar obedeciendo órdenes dada su disposición a tan cruento oficio? ¿Cómo contener esta sangría de juventud? Son sólo algunas preguntas que no se oyen en la radiotelevisión.
Locutores y comentaristas se ocupan, hasta el cansancio y mayor detalle, de ciertos asuntos trascendentes: los chuchos, la izquierda partidaria moderna, constructiva; la presumida falta de unidad del PRD; (ahora una modalidad del fraude) AMLO y sus ambiciones que rechaza 50 por ciento de los electores según encuesta desconocida, pero difundida con relieve amigo.
A veces aparecen en las pantallas, para el espanto de inversionistas locales, fraudes superbillonarios allá lejos, en la Nueva York de las impecables reglas del juego, las calificadoras impolutas y las autoridades alertas, siempre vigilantes del bienestar del inversionista pequeño para que no sea engañado por los tiburones famosos.
Qué decir de los sepelios, narrados con voz entrecortada, condolida, de conocidos jóvenes inmolados por el crimen y la complicidad o la negligencia de las policías. Todo un universo de desinformación al alcance de los empresarios de la comunicación masiva metidos de lleno en el tráfico de influencia o en la defensa de sus posiciones de clase y grupo. Ya para qué hablar de aquellos que le atoran al chantaje y las campañas de ataque frontal, personalizado hasta el descaro, directo sobre ciertos actores políticos para mutarlos en benefactores (ley Televisa).
Las mismas alertas que lanzó el empresario Carlos Slim fueron minimizadas en la difusión. No pretendían éstas defender al desvalido en su vertiente de expoliados consumidores de la banca o de servicios y bienes públicos, sino prevenir a los de su entorno, a sus colegas, contra los devastadores efectos electorales que ocasionará entre la población la crisis en proceso.
Y más quieren alertar, desde la cúspide, sobre aquellos (en preciso aquél: AMLO) que pueden salir beneficiados (la izquierda) con ella. 2009 no será un año de réditos electivos para las elites y menos para el desgobierno del señor Calderón, los panistas y sus aliados en el Congreso. La ciudadanía está consciente de los daños que se le ocasionan, del desamparo en que se le deja, de la ausencia de redes protectoras, (eliminadas con alevosía) de programas para atemperar esos daños que, según se dice, provienen de fuera. Sólo ven pasar los recates a los poderosos, a los compadres, los cómplices de siempre.
Para el hombre de la calle, la mujer trabajadora, el joven disponible, el anciano, el pequeño industrial, el estanquillero, el agricultor de escala reducida, el albañil desempleado o el milpero empobrecido sólo habrá ralos sobrantes del banquete al que realmente nunca han sido invitados.
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viernes, 12 de diciembre de 2008
Para Víctor Hernández: ahora sí ya me enfadaste los ovarios...
(No querría haber regresado con un tópico sobre los intentos de Víctor Hernández por erigirse en autoridad moral de los mexicanos, que no hacen sino dividir a la RCP, pero en fin... Valiente ayuda la de Hernández al movimiento democrático de AMLO...)
Francamente, qué güeva la moral victoriana (valga la redundancia) del director editorial del SDP. Si a quien sea le da la gana alegrarse por la muerte de otra persona (por ejemplo, George W. Bush), ¿qué diablos le importa a él o a los demás?
1) En primera QUIENES SE ALEGRAN DE LA MUERTE DE MOURIÑO Y ABASCAL NO LOS MATARON. Estamos hablando de meras cuestiones mentales, que a menos que existieran las capacidades telequinéticas, no pueden afectar a nadie.
2) TAMPOCO ESTÁN PROPONIENDO QUE SE OCASIONE LA MUERTE DE OTROS. La alegría es un sentimiento interno, como cuando alguien se pone feliz porque su equipo deportivo favorito gane alguna competencia: puede externarlo y ¡bien por él! No veo que le quite nada a nadie con su alegría expresada abiertamente. ¿Que a la gente que se alegra porque murieron Mouriño y Abascal no le gustaría que otros se alegraran por su muerte? La verdad, debería tenerle sin cuidado: una, porque generalmente las opiniones que le interesan a cada quien son las de sus seres queridos, y no las de una bola de weyes que no conocen (si no, pregúntenle a Fox); dos, porque probablemente si alguien llega al grado de alegrarse por la desaparición de una persona, a lo mejor dicha persona merecía esos “malévolos sentimientos” (que, en realidad, ni la benefician ni la perjudican); y tres, seguramente aquella persona que murió NO SE VA A ENTERAR.
3) Víctor Hernández no puede regatearle la libertad a nadie, y menos dar órdenes a sus lectores en uno de sus arrebatos autoritarios. Todos nos podemos sentir alegres por lo que se nos hinche el huevo y comentárselo a nuestro vecino de al lado, y Hernández ¿cómo chingados lo va a impedir? El espíritu fascista de los derechosos que adjudica a sus lectores "alegres" no es sino una proyección de sí mismo.
4) Los animales no se alegran por nada, y generalmente no tienen reacciones emocionales ante la muerte. Habría que ver quién es quién entonces.
5) Los regaños mochos de Hernández no vienen al caso para nada y lo único que generan es encono hacia él y su nueva línea editorial moralina -además de conservadora-, algo que no es propio de gente que se dice de "izquierda".
6) El país que yo quiero es uno en el que reinen la libertad, la igualdad y la fraternidad. Y la libertad incluye alegrarse por lo que a uno se le dé la gana sin que venga un pendejo ególatra pseudo-izquierdista a cagotearte por ello.
Sigo -y seguiré mientras sigan vigentes los ideales que compartimos- apoyando el movimiento democrático de Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, le tomo la palabra a Víctor Hernández y, a partir de hoy, boicot de mi parte al SDP. Al diablo con las empresas del oportunista Arreola!! Finalmente, quedan La Jornada (y JULIO HERNÁNDEZ) y Proceso, en donde no tengo que aguantar a soberbios descerebrados mentándome la madre, retándome a dejar de leerlos, teniendo ataques de histeria autoritaria, y dándome sermones vomitivos.
Una razón más para apoyar a la izquierda LIBRE en el 2008.
Francamente, qué güeva la moral victoriana (valga la redundancia) del director editorial del SDP. Si a quien sea le da la gana alegrarse por la muerte de otra persona (por ejemplo, George W. Bush), ¿qué diablos le importa a él o a los demás?
1) En primera QUIENES SE ALEGRAN DE LA MUERTE DE MOURIÑO Y ABASCAL NO LOS MATARON. Estamos hablando de meras cuestiones mentales, que a menos que existieran las capacidades telequinéticas, no pueden afectar a nadie.
2) TAMPOCO ESTÁN PROPONIENDO QUE SE OCASIONE LA MUERTE DE OTROS. La alegría es un sentimiento interno, como cuando alguien se pone feliz porque su equipo deportivo favorito gane alguna competencia: puede externarlo y ¡bien por él! No veo que le quite nada a nadie con su alegría expresada abiertamente. ¿Que a la gente que se alegra porque murieron Mouriño y Abascal no le gustaría que otros se alegraran por su muerte? La verdad, debería tenerle sin cuidado: una, porque generalmente las opiniones que le interesan a cada quien son las de sus seres queridos, y no las de una bola de weyes que no conocen (si no, pregúntenle a Fox); dos, porque probablemente si alguien llega al grado de alegrarse por la desaparición de una persona, a lo mejor dicha persona merecía esos “malévolos sentimientos” (que, en realidad, ni la benefician ni la perjudican); y tres, seguramente aquella persona que murió NO SE VA A ENTERAR.
3) Víctor Hernández no puede regatearle la libertad a nadie, y menos dar órdenes a sus lectores en uno de sus arrebatos autoritarios. Todos nos podemos sentir alegres por lo que se nos hinche el huevo y comentárselo a nuestro vecino de al lado, y Hernández ¿cómo chingados lo va a impedir? El espíritu fascista de los derechosos que adjudica a sus lectores "alegres" no es sino una proyección de sí mismo.
4) Los animales no se alegran por nada, y generalmente no tienen reacciones emocionales ante la muerte. Habría que ver quién es quién entonces.
5) Los regaños mochos de Hernández no vienen al caso para nada y lo único que generan es encono hacia él y su nueva línea editorial moralina -además de conservadora-, algo que no es propio de gente que se dice de "izquierda".
6) El país que yo quiero es uno en el que reinen la libertad, la igualdad y la fraternidad. Y la libertad incluye alegrarse por lo que a uno se le dé la gana sin que venga un pendejo ególatra pseudo-izquierdista a cagotearte por ello.
Sigo -y seguiré mientras sigan vigentes los ideales que compartimos- apoyando el movimiento democrático de Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, le tomo la palabra a Víctor Hernández y, a partir de hoy, boicot de mi parte al SDP. Al diablo con las empresas del oportunista Arreola!! Finalmente, quedan La Jornada (y JULIO HERNÁNDEZ) y Proceso, en donde no tengo que aguantar a soberbios descerebrados mentándome la madre, retándome a dejar de leerlos, teniendo ataques de histeria autoritaria, y dándome sermones vomitivos.
Una razón más para apoyar a la izquierda LIBRE en el 2008.
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