Y la crisis apa??
Ayer comentábamos en el tag y me pareció muy interesante y a la vez
insultante que después de todo lo que les dijeron, "Que no tienen madre", " Si
no pueden con su trabajo, renuncien!" con todo y eso, los dipu-tables ,
senadores y demas gobernantes se sirven con la cuchara grande y recibirán un
jugoso aguinaldo ( lo peor de todo este aguinaldo libre de impuesto, cuando
absolutamente todos los mexicanos lo pagan) es estas épocas cuando el horno no
esta para bollos.Hoy lo comentan también en el Universal:
Jugosos aguinaldos ofenden a empresariosEmpresarios de Mexicali, encabezados por el líder de la Cámara Nacional de Comercio (Canaco), Marco Julio Reyes, ordenaron realizar un spot para expresar su malestar por la aprobación de elevados aguinaldos y bonos de fin de año, que recibirán senadores, diputados y gobernadores, cuando el país se sumerge en una crisis ... la nota completa aquí
Yo digo que no solo ofende a empresarios, sino a todos los mexicanos
viernes, 26 de diciembre de 2008
Alégrense los corazones!!
jueves, 18 de diciembre de 2008
Escribimos Nacidos para perder, pero no para transar
Escribimos desde la ciudad que amamos y que nos enloquece. La ciudad cuyas maravillosas luces del atardecer y cuyos ciudadanos de todos los días nos iluminan.
Solemos hacerlo desde la rabia que provoca la injusticia, el abuso del poder, la corrupción, el miedo, la doble moral mojigata de aquellos que bendicen con la mano derecha y se masturban con la izquierda.
Escribimos desde la vaga sensación mutante de que nada de lo que se pone en el papel ha de alterar la historia, ni siquiera la historia personal, y sin embargo desde la clara percepción y la esperanza de que en medio de la selva urbana de antenas de televisión, alguien nos escucha y todo está cambiando.
Escribimos desde las pasiones desgastadas, y no por ello menos intensas, de los que se saben propietarios de la letra en países dominados por la perversión de la falacia de las ondas y el analfabetismo funcional; bromeamos en las ferias del libro y decimos que 60 firmas nuestras, libro incluido, se canjean por una de Maradona y dos de Hugo Sánchez.
Escribimos desde las vocaciones de la voluntad, la leyenda, la utopía, el humor negro, la sátira, el melodrama involuntario, el realismo accidental.
Escribimos como si nos fuéramos a morir si no pudiéramos contar un cuento de hadas, los delirios del presidente, la ausencia del parque del Seguro Social, la cascarita futbolera de la esquina, la resistencia tenaz de los huelguistas; como si pudiéramos convocar los fantasmas de Pancho Villa, José Revueltas y el cura Matamoros. Y efectivamente nos morimos si dejamos de hacerlo.
Escribimos como si nos fuera el alma en el intento, como si fuéramos a perder el último tranvía nocturno si no ponemos el acento o encontrar la palabra que describe el smog en las noches, cuando no es posible verlo.
Y llamamos a leer, porque fieles a las tradiciones de la izquierda, pensamos que la lectura desata la imaginación, el pensamiento crítico, liquida a la soledad y que sin duda: “verbo mata a carita”.
Escribimos porque creemos en el poder de la palabra escrita, en su insinuante capacidad transformadora. Sabemos que la literatura es el gran instrumento de destrucción de las neuronas averiadas, que es el gran barco alienígena que navega en nuestras cabezas; que nadie será el mismo después de haber leído el diario de Ana Frank, que no se puede ser racista a los 40 si en la adolescencia fuiste sandoka-salgariano, que no está mal usar como los cuatro mosqueteros la palabra “honor”; que cuando Lenin fallaba Robin Hood era infalible, que se liga mejor con los poemas de Neruda y que el conde de Montecristo es el portador de algo tan sagrado como la vocación de la venganza, el mejor de los instrumentos políticos en estas tierras.
Escribimos desde el lugar que nos ha escogido y que hemos decidido nuestro, desde una ciudad cuyo nombre evoca temblores, represiones, gloriosas luchas populares y que a veces nos parece el último reducto de las pasiones en un planeta descafeinado y light.
No necesitamos una cuota extra de exotismo para que nuestros lectores nos quieran, compartimos con ellos el amor por cosas reales o inventadas, como el Ajusco al atardecer, la lluvia torrencial estimulada por Tláloc, el color escarlata de los cielos, el penacho de Moctezuma, los maratones de barrio, los personajes que se cortan las venas por amor, los puestos de comida callejeros a la salida del Hospital General, la rumbosa marcha de las obreras de Medalla por Reforma, segundos antes de que las reprimieran, la sensación de que un libro es tan útil como una hamaca en la selva amazónica peruana o la idea de que el sexo es una fiesta peligrosa.
Escribimos en una ciudad en la que sólo son inmutables la virgen de Guadalupe y el osito bimbo, en su eterna falacia virtual, los 40 ladrones de Alí Babá que cobran cheque en la tesorería federal y la certeza de que ni el futbol ni la lotería, ni el voto manchado por el fraude nos harán justicia.
Escribimos sonriendo cuando recordamos que nos hemos hecho una camiseta en cuyo frente reza: “Nacidos para perder”, pero a la que sagazmente le hemos puesto en la espalda: “Pero no para transar”. Y que la camiseta de tantos años de lavarla luce sus letras orgullosamente deslavadas.
No pedimos más de lo que ya tenemos: la posibilidad de escribir y que nos lean.
Y narramos por tanto, desde la feroz y divertida rabia de los que han perdido el avión tantas veces y en tantos aeropuertos, que empiezan a recobrar el sentido del viaje.
*Discurso pronunciado ante la ALDF, tras recibir la medalla.
miércoles, 17 de diciembre de 2008
Para la derecha y ultraderecha católica (y quienes parecen, pero "no son"...): ¿cómo ven que su Jesús era anarquista? (por eso me cae bien =P...)
En la liturgia cristiana del siglo I, el osculum, el beso --que adquirió en la misa actual el beso light de la paz--, se convirtió en la conspiratio, el beso en la boca por el que los participantes del culto compartían su espíritu y designaban la unión en el EspírituSanto, la comunidad que toma forma en el aliento de Dios. Era una co-respiración, una conspiración, es decir, la producción de una atmósfera común, de un medio divino.
Allá quienes atiendan a la más eficaz fábrica de gente pendeja en la Historia...
La distancia entre el quehacer político de la elite nacional y el sentir popular se ha hecho tan profunda que ya no se reconocen mutuamente. La llamada clase política se regodea en sí misma y sólo atisba a su íntimo derredor, ya sea de intereses empresariales o de control y progreso burocrático. Fenómeno similar le está sucediendo al aparato de comunicación establecido (radiotelevisión) respecto de sus auditorios. La ausencia de temas que recalen en la conciencia colectiva es notable, sobre todo en estos días de crisis generalizada. Pero también dicha distancia se agudiza por la inclusión cotidiana, en los medios electrónicos sobre todo, de abundantes dosis de desinformación. Esa especie de paliativos momentáneos que nublan la percepción de la mayoría.
Esquivar la vertiente interna de la crisis económica se ha vuelto un torneo entre los comunicadores y sus medios. Nadie habla en ellos de devaluación, aunque el peso haya caído, sólo en meses recientes, 30 por ciento. Menos aún de una estructura productiva desarticulada que debe importar aún lo estrictamente necesario (alimentos) para beneficio de las trasnacionales del sector. Mejor transmitir tranquilidad, no alebrestar al populacho, pues la carestía no es tan grave (apenas 4 por ciento anual, según el Banco de México) y los salarios no pueden ser elevados más allá de una inflación proyectada a voluntad de los conductores del país.
No pasa un simple día sin que en los noticieros televisivos o radiofónicos se incluyan abundantes notas altisonantes, escándalos (fabricados o no), vendettas interesadas de los conductores y los propios medios o tontas notas de color de elevada sensiblería que, en conjunto, actúan como distractores de la realidad imperante. Un modo harto conocido de no ocuparse de lo que importa o afecta los intereses monopólicos y de las metrópolis.
Los mismos reportes de la violencia imperante son tratados sin que se atente, siquiera, algún dato que auxilie al ciudadano para darle contexto o perspectiva a tan bélico acontecer.
La guerra contra el narcotráfico se ha transformado en un penar cotidiano, una serie de horror continuo que parecen no tener fin. El miedo como factor desmovilizador se desprende de las pantallas y los micrófonos con fluidez nada recomendable para la sanidad de la colectividad.
Una rampante ignorancia sobre la negociación entre las autoridades mexicanas encargadas de conducir dicha guerra con su contraparte estadunidense es regla común. ¿O es que no hubo negociación previa sobre el tráfico de armas, información precisa del terreno de lucha, de los enemigos de la sociedad, de su capacidad destructiva, de la cuantía y canales de flujo de sus recursos en ambos lados de la frontera? ¿Alguien ha examinado en la televisión o la radio las condiciones prevalecientes en los lugares de donde provienen tantos mexicanos que se matan entre sí? ¿Cuántos matones más saldrán a las calles a disparar obedeciendo órdenes dada su disposición a tan cruento oficio? ¿Cómo contener esta sangría de juventud? Son sólo algunas preguntas que no se oyen en la radiotelevisión.
Locutores y comentaristas se ocupan, hasta el cansancio y mayor detalle, de ciertos asuntos trascendentes: los chuchos, la izquierda partidaria moderna, constructiva; la presumida falta de unidad del PRD; (ahora una modalidad del fraude) AMLO y sus ambiciones que rechaza 50 por ciento de los electores según encuesta desconocida, pero difundida con relieve amigo.
A veces aparecen en las pantallas, para el espanto de inversionistas locales, fraudes superbillonarios allá lejos, en la Nueva York de las impecables reglas del juego, las calificadoras impolutas y las autoridades alertas, siempre vigilantes del bienestar del inversionista pequeño para que no sea engañado por los tiburones famosos.
Qué decir de los sepelios, narrados con voz entrecortada, condolida, de conocidos jóvenes inmolados por el crimen y la complicidad o la negligencia de las policías. Todo un universo de desinformación al alcance de los empresarios de la comunicación masiva metidos de lleno en el tráfico de influencia o en la defensa de sus posiciones de clase y grupo. Ya para qué hablar de aquellos que le atoran al chantaje y las campañas de ataque frontal, personalizado hasta el descaro, directo sobre ciertos actores políticos para mutarlos en benefactores (ley Televisa).
Las mismas alertas que lanzó el empresario Carlos Slim fueron minimizadas en la difusión. No pretendían éstas defender al desvalido en su vertiente de expoliados consumidores de la banca o de servicios y bienes públicos, sino prevenir a los de su entorno, a sus colegas, contra los devastadores efectos electorales que ocasionará entre la población la crisis en proceso.
Y más quieren alertar, desde la cúspide, sobre aquellos (en preciso aquél: AMLO) que pueden salir beneficiados (la izquierda) con ella. 2009 no será un año de réditos electivos para las elites y menos para el desgobierno del señor Calderón, los panistas y sus aliados en el Congreso. La ciudadanía está consciente de los daños que se le ocasionan, del desamparo en que se le deja, de la ausencia de redes protectoras, (eliminadas con alevosía) de programas para atemperar esos daños que, según se dice, provienen de fuera. Sólo ven pasar los recates a los poderosos, a los compadres, los cómplices de siempre.
Para el hombre de la calle, la mujer trabajadora, el joven disponible, el anciano, el pequeño industrial, el estanquillero, el agricultor de escala reducida, el albañil desempleado o el milpero empobrecido sólo habrá ralos sobrantes del banquete al que realmente nunca han sido invitados.
viernes, 12 de diciembre de 2008
Para Víctor Hernández: ahora sí ya me enfadaste los ovarios...
Francamente, qué güeva la moral victoriana (valga la redundancia) del director editorial del SDP. Si a quien sea le da la gana alegrarse por la muerte de otra persona (por ejemplo, George W. Bush), ¿qué diablos le importa a él o a los demás?
1) En primera QUIENES SE ALEGRAN DE LA MUERTE DE MOURIÑO Y ABASCAL NO LOS MATARON. Estamos hablando de meras cuestiones mentales, que a menos que existieran las capacidades telequinéticas, no pueden afectar a nadie.
2) TAMPOCO ESTÁN PROPONIENDO QUE SE OCASIONE LA MUERTE DE OTROS. La alegría es un sentimiento interno, como cuando alguien se pone feliz porque su equipo deportivo favorito gane alguna competencia: puede externarlo y ¡bien por él! No veo que le quite nada a nadie con su alegría expresada abiertamente. ¿Que a la gente que se alegra porque murieron Mouriño y Abascal no le gustaría que otros se alegraran por su muerte? La verdad, debería tenerle sin cuidado: una, porque generalmente las opiniones que le interesan a cada quien son las de sus seres queridos, y no las de una bola de weyes que no conocen (si no, pregúntenle a Fox); dos, porque probablemente si alguien llega al grado de alegrarse por la desaparición de una persona, a lo mejor dicha persona merecía esos “malévolos sentimientos” (que, en realidad, ni la benefician ni la perjudican); y tres, seguramente aquella persona que murió NO SE VA A ENTERAR.
3) Víctor Hernández no puede regatearle la libertad a nadie, y menos dar órdenes a sus lectores en uno de sus arrebatos autoritarios. Todos nos podemos sentir alegres por lo que se nos hinche el huevo y comentárselo a nuestro vecino de al lado, y Hernández ¿cómo chingados lo va a impedir? El espíritu fascista de los derechosos que adjudica a sus lectores "alegres" no es sino una proyección de sí mismo.
4) Los animales no se alegran por nada, y generalmente no tienen reacciones emocionales ante la muerte. Habría que ver quién es quién entonces.
5) Los regaños mochos de Hernández no vienen al caso para nada y lo único que generan es encono hacia él y su nueva línea editorial moralina -además de conservadora-, algo que no es propio de gente que se dice de "izquierda".
6) El país que yo quiero es uno en el que reinen la libertad, la igualdad y la fraternidad. Y la libertad incluye alegrarse por lo que a uno se le dé la gana sin que venga un pendejo ególatra pseudo-izquierdista a cagotearte por ello.
Sigo -y seguiré mientras sigan vigentes los ideales que compartimos- apoyando el movimiento democrático de Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, le tomo la palabra a Víctor Hernández y, a partir de hoy, boicot de mi parte al SDP. Al diablo con las empresas del oportunista Arreola!! Finalmente, quedan La Jornada (y JULIO HERNÁNDEZ) y Proceso, en donde no tengo que aguantar a soberbios descerebrados mentándome la madre, retándome a dejar de leerlos, teniendo ataques de histeria autoritaria, y dándome sermones vomitivos.
Una razón más para apoyar a la izquierda LIBRE en el 2008.
jueves, 13 de noviembre de 2008
¡¡¡Ojalá AHORA SÍ ya nos divorciemos del Perreducho!!!
Astillero
Julio Hernández López
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
■ Cae el PRD
■ Ganador: Felipe de Jesús Ortega
■ Crear un partido de izquierda
En este replanteamiento cupular juegan un papel redituable los llamados Chuchos, pues ofrecen a buen precio las pizcas de sazón “izquierdista” que se requieren para mostrar platillos de presunta pluralidad partidista en los menús diseñados para consumo local y extranjero. El reparto del botín electoral de los años venideros requiere de esa “izquierda” oportunista y mercantil que permitirá instalar el año entrante una mayoría pripánica de diputados que pueda precisar y ampliar algunos de los puntos intencionalmente ambiguos e interpretables de la reciente enmienda petrolera, y que promueva y apruebe “reformas” en otros temas importantes. El jabón del Chucho agradecido también servirá en su momento para dejar rechinando de limpios los comicios de 2012 en los que la izquierda “civilizada” buscará aliarse a los “nacionalistas” del PRI para “sacar” a la derecha de Los Pinos, con un Beltrones al que especialmente apoyan los Chuchos clásicos o un Peña Nieto bien visto por la Alianza Democrática Nacional, del senador Héctor Bautista, en el estado de México.
El plan de negocios para los próximos años ya generó que ayer, en pago por servicios petroleros, se reconociera al licenciado Ortega como detentador de la mayoría de las acciones de la reconvertida empresa PRD, S.A. de Ch. V. (es decir, de Chuchos y Varios). Pero en el horizonte de mediano plazo se plantea la posibilidad de una toma chucha de ganancias en tres gubernaturas: Morelos (con Gra&Co), Guerrero (con Ruth, si no es colocada antes en un puesto federal de más importancia) y alguna otra entidad aún sin determinarse. También se explorarán las posibilidades de que algunos izquierdistas modosos puedan ser acomodados en puestos públicos federales (subsecretarías y direcciones generales) como muestra de la gran unidad nacional que se ha desatado luego de la caída de un jet en la ciudad de México.
El comportamiento de los Chuchos no debería extrañar a nadie, pues han sido congruentes: siempre se les acusó de ser colaboracionistas con el calderonismo, y lo primero que hizo ayer Ortega fue anunciar que buscará tener acuerdos con su compa Navarrete y con el güero González Garza para mantener diálogo con la administración felipista a través del enlace apellidado Gómez Mont. Es tan previsible y consecuente la conducta de los Jesuses que con la resolución tomada ayer por el beltronista tribunal electoral federal (donde el chuchismo había acomodado al magistrado Manuel González Oropeza) se está poniendo punto final a la historia relativamente aceptada de un partido que sirvió luego de 1988 como cauce de desahogo de inconformidades cívicas y que a lo largo de los años se fue pervirtiendo aceleradamente.
Felipe de Jesús Ortega ha llegado a la presidencia del PRD al fin. No sólo porque al fin alcanza el cargo al que tantas veces se postuló, sino porque con su designación pone fin a las de por sí escuálidas expectativas de ejercicio sano de una política de izquierda desde ese partido y lo convierte en un Perreducho, en una versión moderna del Ferrocarril (el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional) de Aguilar Talamentes. Sin embargo, Alejandro Encinas ha considerado “inadmisible” la resolución federal que favorece a Ortega, pero no ha precisado de manera indubitable su rechazo a la posibilidad de ocupar la secretaría general en ese comité nacional que sería espurio sólo en la porción ocupada por los Chuchos.
A lo largo de las movilizaciones encabezadas por López Obrador para protestar por el fraude electoral y, luego, para defender el petróleo, se ha expresado un creciente rechazo a los mencionados Chuchos, aunque el dirigente de ese movimiento ha preferido hacer malabares de cúpula para mantenerlos lo más posible en el retablo formal de la lucha que ha combinado expresiones de calle con acciones en las cámaras. Pero el ascenso de los Chuchos y su actual fuerza numérica en el poder legislativo son algunos de los errores graves que en 2006 cometió López Obrador, cuando cedió las candidaturas federales porque consideraba que desde Palacio Nacional podría corregir las previsibles desviaciones que tendrían.
Hoy, frente a un rediseño político agresivo, en el que los Chuchos servirán para impulsar el aislamiento y la marginación del lopezobradorismo, el movimiento social de izquierda y el dirigente tabasqueño tienen la oportunidad de romper claramente con el cascarón negro y amarillo y convocar a un proceso que en primera instancia, por las limitaciones legales del caso, participe en los próximos comicios a través de lo que quede del Frente Amplio Progresista, es decir, el Partido del Trabajo (que ha mantenido una postura firme y clara, y que está dispuesto a promover candidaturas externas en donde sea necesario) y Convergencia, aunque esta organización coquetea con la idea de presentarse en solitario a los próximos comicios, y sentar, a partir de esta primera experiencia electoral no perredista, las bases para la creación de un nuevo partido de izquierda. Todo lo demás (acusar a los Chuchos de lo sabido, gastar adjetivos en desahogos, pelear en el plano “institucional”, hacer disquisiciones en el terreno jurídico electoral) es lo de menos. Y, mientras la mano gringa anuncia que no hubo sabotaje aéreo, ¡hasta mañana, con presupuesto federal aprobado!
miércoles, 5 de noviembre de 2008
Mi comentario para poner en una nota sobre la muerte de Juan Camilo Mouriño...
Hola, soy lopezobradorista, estoy muy feliz y contenta por la muerte de Mouriño, ya que yo soy una chaira ignorante e insensible. Sólo los panistas tienen sentimientos y decencia, el resto de la humanidad no (incluida gente de otra nacionalidad que difícilmente podría ser militante del PAN). Quiero dejar perfectamente claro que soy una inculta muerta de hambre que acata borregamente y sin chistar las órdenes de mi mesías AMLO, y por lo tanto, al igual que cínicamente él se ha burlado de la muerte de Mouriño y del dolor de su familia, yo me burlo, porque todos nosotros los de izquierda somos inferiores en todo sentido a los nobles panistas, esos seres superiores intelectual, racial y desde luego moralmente. Todos deberíamos ser como ellos y el mundo sería un lugar perfecto, porque todo se quedaría como está, y como de hecho ya es perfecto, pues no habría nada que modificar y nos sentaríamos cómodamente a esperar nuestra muerte, sin movernos, como los muertos.
Por eso, merezco que me odien y me declaren la "guerra" los "pacíficos"... Porque "la guerra la hacen los valientes", y eso yo lo desconozco, soy una cobarde que evita a toda costa las ideas bélicas. Qué insensible de mi parte.
Mala persona que es una. Mala, mala, mala, no me consterna la muerte de San Mouriño más de lo que me consternan las miles de muertes de personas alrededor del mundo de las que no tengo conocimiento, la mayoría de ellas inocentes, muchas de ellas por HAMBRE. Quiero que todas las personas cuya muerte (a diferencia de Mouriño) se puede evitar, vivan, aunque no las conozca, y por eso estoy en contra de un sistema QUE LAS CONDUCE DIRECTO A LA MUERTE Y NO HACE NADA POR SALVARLAS AUNQUE ESTO SEA POSIBLE. Cualquier cosa, cualquier milagro, por lo menos que Taravisa deje de pedirle dinero para el Teletón al pueblo con paupérrimo poder adqusitivo cuando sus dueños PODRÍAN AYUDAR A TODOS LOS DISCAPACITADOS, ENFERMOS Y POBRES DEL PAÍS CON ÚNICAMENTE LOS MILLONES EN LOS QUE SE PUDREN Y QUE LES SOBRAN. Claro, eso si fueran menos "bondadosos, nobles, desinteresados, generosos y sensibles" de lo que son...
Pero no evitan esas muertes NO ACCIDENTALES... Qué gran muestra de calidad humana y altísimos valores morales, quasi divinos... Es algo que yo desconozco totalmente, porque concuerdo acrítica y absolutamente en todo con Andrés Manuel López Obrador, quien es "un peligro para México" y es peor que Hitler y Drácula juntos. Entonces reitero: ja ja. Qué gusto me da que se murió Mouriño. Ja ja. Es el día más feliz de mi vida. A partir de hoy, el mundo no volverá a ser el mismo para nadie, especialmente para mí que nunca me había ido tan bien en toda mi existencia. Habrá una modificación tan radical en la vida de todos, que puede considerarse un parteaguas en la historia, como el descubrimiento de América o la Revolución Francesa.
¿Cómo ven? ¿Pasa por comentario de derechista fingiendo ser lopezobradorista para que se diga que el movimiento encabezado por López Obrador se alegra ante la muerte de un prójimo? Ya sé que no puse las zetas y las haches exageradas, pero me da flojera fingir que escribo mal. Es mucho trabajo hacer que se vea tan natural como los derechosos.
Hablando en serio, no me alegra la muerte de Mouriño, pero tampoco me entristece. Obviamente a todo mundo le duele la pérdida de sus seres queridos, pero no era el caso más que de los amigos y familiares de ese señor. Las muertes accidentales no son injustas, porque no las provoca nadie. Las muertes provocadas por acción y por omisión si son injustas, y esas son las que me entristecen aunque no se trate de personas cercanas a mí.
Y descansen en paz todos los muertos de ayer. Y tan tan.
viernes, 31 de octubre de 2008
I still have a dream...
Mientras tanto, les dedico a mis amiguis derechosos, "con el cariño de siempre" (=P, ya veo cómo aplica el concepto de "hipnopedia" en el sistema actual, je je, pero al menos me doy cuenta, no como OTROS..), la siguiente entrevista de Peter Jay a Noam Chomsky con respecto al proyecto social que le es más afín: el anarquismo o socialismo libertario (proyecto con el que concuerdo perfectamente). Léanlo y salgan del cuadradito de mediocridad e intrascendencia en el que están sumidos todo el tiempo (aunque les duela un poco, ya que han demostrado hasta el cansancio que aman mucho el encierro en dicho cuadradito), y del que, aunque no lo crean, me alegraría mucho verlos salir.
P.D. Nada más quiero dar por sentado que el tema del petróleo es un tema que el movimiento de AMLO ganó por partida doble, aunque el país, gracias al PRIAN, haya perdido mil veces en soberanía e independencia con la rendija abierta a la intervención extranjera en la "deforma" que se aprobó finalmente.
1) Ganamos porque, aunque el enano se haga el tonto y diga que es "su" reforma, TODO MUNDO SABE QUE APENAS Y QUEDARON ALGUNAS RUINAS DE LAS PENDEJADAS QUE PROPUSO AL PRINCIPIO, y más bien se lograron incorporar casi todas las propuestas del Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo.
2) Si hubiéramos aceptado que la reforma era "perfecta" por lo que habíamos logrado, aparte de denunciarnos como conformistas y mediocres (valores más importantes para la derecha, y de hecho por lo que el enano ha felicitado a cierta gente), habríamos reconocido la legitimidad de las instituciones CORRUPTÍSIMAS que nos gobiernan actualmente, de modo que nos habríamos traicionado nosotros mismos y "adiós" movimiento de resistencia. Eso era lo que la derecha quería: que nos destruyéramos nosotros mismos sin darnos cuenta, en pro de los valores mediocres y alienados que imponen a la población y que disfrazan de ñoñeces como "acuerdos", "negociación". Pero ¡éjele!, ¿¿qué creen?? ¡¡¡QUE LES FALLÓ!!! Quedó al descubierto que quien dicta los temas nacionales en el país es el movimiento democrático de AMLO; quedó al descubierto la importancia que tiene su opinión para toda la gente (ya sea que lo vean con buenos ojos o no); también quedó al descubierto quién es quién en la izquierda mexicana, y por último, quedó más que patente LA VIGENCIA Y PERMANENCIA DEL MOVIMIENTO DE RESISTENCIA CIVIL PACÍFICA QUE TRABAJA POR LA DEMOCRACIA DESDE 2006. Desgañítese la derecha todo lo que quiera en decir que Andrés Manuel está muerto políticamente. Lo reiteran (es la reacción psicológica general de la derecha) porque en el fondo LO ÚNICO QUE TRATAN ES DE CONVENCERSE ELLOS MISMOS, YA QUE LA REALIDAD INDICA TODO LO CONTRARIO. Así que, nuevamente, SONRÍAN LOS QUE ESTÁN EN LA LUCHA, PORQUE ¡¡¡GANAMOS DOBLE!!!
Y ahora sí, aquí va la entrevista.
SOBRE LA SOCIEDAD ANARQUISTA
Conversación con Peter Jay.
P.J.: Profesor Chomsky para empezar quizá sería lo mejor que tratara de decirnos qué es lo que no se ha de entender por anarquismo; la palabra anarquía, como es sabido, proviene del griego y significa literalmente sin gobierno, pero supongo que quienes hablan de anarquía o de anarquismo como sistema de Filosofía política no quieren con eso decir simplemente que son partidarios de que a partir del 19 de enero del año que viene, pongamos por caso, deje de existir de repente todo gobierno tal como hoy lo entendemos y que ya no habrá ni policía ni normas de la circulación, ni leyes ni recaudadores de impuestos y ni siquiera servicios de correos, teléfonos y telégrafos, etc. Me imagino que con esas palabras entienden algo más complicado que todo eso.
Chomsky: Bueno, entendámonos; le digo sí a algunas de sus cuestiones y no a otras. Lo más probable es que los defensores de la anarquía o del anarquismo sean partidarios de que no haya policía, pero no de que deba prescindiese de las normas del tráfico. Yo querría empezar diciendo que el término anarquismo abarca una gran cantidad de ideas políticas y que yo prefiero entenderlo como la izquierda de todo movimiento libertario. Desde estas posiciones podríamos concebir el anarquismo como una especie de socialismo voluntario, es decir: como un socialismo libertario, o como un anarcosindicalismo, o como un comunismo libertario o anarquismo comunista, según la tradición de Bakunin, Kropotkin y otros. Estos dos grandes pensadores proponían una forma de sociedad altamente organizada, aunque organizada sobre la base de unidades orgánicas o de comunidades orgánicas. Generalmente, por estas dos expresiones entendían el taller y el barrio, y a partir de este par de unidades orgánicas derivar mediante convenios federales una organización social sumamente integrada que podría tener alcances nacionales e internacionales. Toda decisión, a todo nivel, habría de ser tomada por mayoría sobre el terreno y todos los delegados representantes de cada comunidad orgánica han de formar parte de ésta y han de provenir de la misma, a la cual han de volver y en la cual, de hecho, viven.
P.J.: Así que no se trata de una sociedad en la que no haya, literalmente hablando, gobierno, sino más bien de una sociedad en la que la dirección principal de la autoridad viene de abajo. Contrariamente a las democracias representativas tales como las que existen en Estados Unidos y en Gran Bretaña que adoptan una forma de autoridad de arriba abajo, aunque en última instancia decidan los votantes.
Chomsky: Esa democracia representativa estadounidense o británica la critica un anarquista por dos razones. Primero porque se ejerce un monopolio del poder centralizado en el Estado y, segundo -críticamente hablando-, porque la democracia representativa está limitada a la esfera política sin extender de un modo consecuente su carácter al terreno económico. Los anarquistas de la tradición a que aludimos siempre han creído que el control sobre la propia vida productiva es la condición sine qua non de toda liberación humana verdadera, de hecho, de toda práctica democrática significativa. Es decir, que mientras haya ciudadanos que estén obligados a alquilarse en el mercado de mano de obra a quienes interese emplearlos para sus negocios, mientras la función del productor esté limitada a ser utensilio subordinado, habrán elementos coercitivos y de opresión francamente escandalosos que no invitan ni mucho menos a hablar en tales condiciones de democracia, si es que tiene sentido hacerlo todavía.
P.J.: ¿Da la historia ejemplos duraderos y a cualquier escala un tanto sustancial de sociedades que se hayan aproximado al ideal anarquista?
Chomsky: Sí, han existido sociedades cuantitativamente pequeñas que creo han logrado bastante realizar ese ideal, aparte de que da la historia ejemplos de revolución libertaria a gran escala de estructura principalmente anarquista. Pero volviendo a lo primero, personalmente creo que el ejemplo tal vez más dramático es el de los kibbutzim israelíes, los cuales durante un largo periodo estuvieron realmente regidos por principios anarquistas, es decir: autogestión, control directo de los trabajadores en toda la gestión de la empresa, integración de la agricultura, la industria y los servicios, así como la participación y prestación personales en el autogobierno. Me atrevo a afirmar que tuvieron un éxito extraordinario en casi todas las medidas que tuvieron que imponerse.
P.J.: Pero seguramente estaban, y aún lo están, encuadrados esos kibbutzim en el marco de un Estado tradicional que les garantiza cierta estabilidad fundamental.
Chomsky: No siempre ha sido así. La historia de los kibbutzim es bastante interesante a este respecto. Sólo desde 1948 están engranados en la maquinaria de un Estado convencional. Antes sólo obedecían a los imperativos de un enclave colonial y, en realidad, existía una sociedad subyacente, mayormente cooperativista, que de hecho no formaba parte del sistema supraestructural del mandato británico, sino que funcionaba subrepticiamente fuera del alcance de este mandato. Y aun hasta cierto punto, esa sociedad cooperativista sobrevivió a la fundación del Estado de Israel, pero -naturalmente- acabó por integrarse en él perdiendo así, a mi parecer, gran parte de su carácter socialista libertario la región de los kíbbutzim israelíes, por razón del proceso político que la misma fundación de una nación acarreaba, amén de otros procesos acarreados por la historia de la región en su coyuntura internacional que no hay por qué tratar aquí.
Sin embargo, como instituciones socialistas libertarias en funciones, creo que los kíbbutzim israelíes pueden pasar por un modelo interesante y sumamente apropiado para sociedades industriales avanzadas en la medida en que otros ejemplos existentes en el pasado no lo son.
Un buen ejemplo de revolución anarquista realmente a gran escala -de hecho el mejor ejemplo que conozco- es el de la revolución española de 1936, durante la cual, y en la mayor parte de España republicana, se llevó a cabo una revolución anarquista (o eminentemente inspirada en el anarquismo) que comprendía tanto la organización de la agricultura como de la industria en extensiones considerables, habiéndose desarrollado además de una manera que, al menos visto desde fuera, da toda la impresión de la espontaneidad. Pero si buscamos las raíces más hondas y sus orígenes, caemos en la cuenta de que ese resultado es debido a unas tres generaciones de abnegados militantes organizando sin cesar, experimentando, pensando y trabajando por difundir las ideas anarquistas entre vastas capas de la población en aquella sociedad eminentemente preindustrial, aunque no preindustrial del todo. También esta experiencia tuvo gran éxito, tanto desde el punto de vista de las condiciones humanas como de las medidas económicas. Quiere decirse que la producción continuó su curso con más eficiencia si cabe; los trabajadores del campo y de la fábrica demostraron ser perfectamente capaces de administrar las cosas y administrarse sin presión alguna desde arriba, contrariamente a lo que habían imaginado muchos socialistas, comunistas, liberales y demás ciudadanos de la España republicana (¡por no hablar de la otra!) y, francamente, quién sabe el juego que esta experiencia habría podido dar para el bienestar y la libertad del mundo. Por desgracia, aquella revolución anarquista fue destruida por la fuerza bruta, a pesar de que mientras estuvo vigente tuvo un éxito sin precedentes y de haber sido, repito, un testimonio muy inspirador en muchos aspectos sobre la capacidad de la gente trabajadora pobre de organizar y administrar sus asuntos de un modo plenamente acertado sin opresión ni controles externos o superiores. Ahora bien; en qué medida la experiencia española es aplicable a sociedades altamente industrializadas, es una cuestión que habría que investigar con todo detalle.
P.J.: Lo que aparece claro para todo el mundo es que la idea fundamental del anarquismo se ancla en la prioridad del Individuo -no necesariamente aislado, sino precísamente junto con otros individuos- y la realización de su libertad. Esto nos suena a lo que proclamaban los fundadores de los Estados Unidos. ¿Qué ha pasado con la experiencia estadounidense que ha hecho de aquella libertad invocada por dicha tradición una palabra sospechosa y hasta corrompida en los oídos de los pensadores anarquistas y de los socialistas libertarios como usted?
Chomsky: Permítame aclarar ante todo que yo no me considero un pensador anarquista. Digamos que soy un compañero de viaje por derivación, del anarquismo. Siempre se han expresado los pensadores anarquistas muy favorablemente respecto a la experiencia estadounidense y al ideal de la democracia jeffersoniana. Ya sabe que para Jefferson el mejor gobierno es el que gobierna menos, o la apostilla a este aforismo de Thoreau según la cual el mejor gobierno es el que no gobierna nada en absoluto. Ambas frases fórmulas las han repetido los pensadores anarquistas en toda ocasión y a través de los tiempos desde que existe la doctrina anarquizante.
Pero el ideal de la democracia jeffersoniana -dejando aparte el hecho de que fuese todavía una sociedad con esclavos- se desarrolló dentro de un sistema precapitalista, o sea: en una sociedad en la cual no ejercía el control ningún monopolio ni habían focos importantes de poder privado. Es realmente sorprendente leer hoy algunos textos libertarios clásicos. Leyendo, por ejemplo, La crítica del Estado (1791) de Wilhelm von Humboldt, obra muy significativa que de seguro inspiró a Mill, se da uno cuenta que no se habla en ella para nada de la necesidad de oponerse a la concentración del poder privado y más bien se trata de la necesidad de contrarrestar la usurpación del poder coercitivo del Estado. Lo mismo ocurre en los principios de la tradición estadounidense. ¿Por qué? Sencillamente, porque era ésa la única clase de poder que existía. Quiero decir que Von Humboldt daba por supuesto que todo individuo poseía más o menos un grado de poder similar, pero de poder privado, y que el único desequilibrio real se producía en el seno del Estado centralizado y autoritario, y que la libertad debía ser protegida contra toda intervención del Estado y la Iglesia. Esto es lo que él creía que había que combatir.
Ahora bien; cuando nos habla, por ejemplo, de la necesidad de ejercer control sobre la propia vida creadora, cuando impreca contra la alienación por el trabajo, resultante de la coacción o tan sólo de las instrucciones o dirigismo en el trabajo de cada uno, en vez de actuar por autogestión, entonces revela su ideología antiestatal y antiteocrática. Pero los mismos principios sirven para la sociedad industrial capitalista que se formó más tarde. Estoy inclinado a creer que Von Humboldt, de haber persistido en su búsqueda ideológica, habría acabado por ser un socialista libertario.
P.J.: Todos estos antecedentes, ¿no sugieren que hay algo inherente al estado preindustrial en todo lo relativo a la aplicabilidad de las ideas libertarías? En otras palabras: que las ideas libertarías presuponen necesariamente una sociedad básicamente rural con una tecnología y una producción bastante simples y cuya organización económica tienda a ser de pequeña escala y localizada.
Chomsky: Vamos a ver, separemos su cuestión en dos preguntas: primera, ¿qué han pensado al respecto los anarquistas?; y segunda, ¿cómo opino yo? En lo que respecta a las respuestas anarquistas tenemos por lo menos dos. En primer lugar hay una tradición anarquista -que podríamos hacer partir de un Kropotkin- con ese carácter que acaba de describirnos. Pero en segundo lugar existe otra tradición anarquista que al desarrollarse desemboca en el anarcosindicalismo y que ve en el anarquismo la manera adecuada de organizar una sociedad compleja de nivel industrial altamente avanzado. Y esta tendencia dentro del anarquismo se confunde, o por lo menos se relaciona muy estrechamente con una variedad de marxismo izquierdista de la especie de los comunistas espartaquistas, por ejemplo, salidos de la tradición de Rosa Luxemburgo y que más tarde estuvo representada por teóricos marxistas como Anton Pannekoek, quien desarrolló toda una teoría sobre los consejos obreros de la industria, siendo él mismo un hombre de ciencia, un astrónomo.
Pues bien; ¿cuál de estos dos puntos de vista es el que se ajusta a la verdad? O en otros términos: ¿tienen por objeto los conceptos anarquistas una sociedad preindustrial exclusivamente o es el anarquismo también una concepción adecuada para aplicarla a la organización de una sociedad industrial altamente avanzada? Personalmente, creo en la segunda opción, es decir, creo que la industrialización y el avance de la tecnología han cerrado consigo posibilidades de autogestión sobre un terreno vasto como jamás anteriormente se habían presentado. Creo, en efecto, que el anarcosindicalismo nos brinda precisamente el modelo más racional de una sociedad industrial avanzada y compleja en la que los trabajadores pueden perfectamente tomar a su cargo sus propios asuntos de un modo directo e inmediato, o sea, dirigirlos y controlarlos, sin que por eso no sean capaces al mismo tiempo de ocupar puestos clave a fin de tomar las decisiones más sustanciales sobre la estructura económica, instituciones sociales, planeamiento regional y suprarregional, etc. Actualmente, las instituciones rectoras no les permiten a los trabajadores ejercer control ninguno sobre la información necesaria en el proceso de la producción ni tampoco poseen por lo demás el entrenamiento requerido para entender en esos asuntos de dirección. Por otra parte, en una sociedad sin intereses creados ni monopolios, gran parte de ese trabajo -administrativo incluido- podría hacerse ya automatizado. Es del dominio público que las máquinas pueden cumplir con un gran porcentaje de las tareas laborales que hoy corren a cargo de los trabajadores y que, por lo tanto, éstos -una vez asegurado mecánicamente un alto nivel de vida- podrían emprender libremente cualquier labor de creación que antes objetivamente les habría sido imposible imaginar siquiera, sobre todo en la fase primeriza de la revolución industrial.
P.J.: Seguidamente querría atacar el problema de la economía en una sociedad anarquista, pero ¿podría pintarnos con algo más de detalle la constitución política de una sociedad anarquista tal y como se la imagina usted en las condiciones modernas de vida actual? Se me ocurre preguntar, por ejemplo, si existirían en esa sociedad partidos políticos y qué formas residuales de gobierno seguirían existiendo en la práctica.
Chomsky: Permítame esbozar lo que yo creo podría obtener aproximadamente un consenso entre los libertarios, esbozo que naturalmente me parece en esencia, aunque mínimo, correcto para el caso. Empezando por las dos clases de organización y control, concretamente: la organización y el control en el lugar de trabajo y en la comunidad, podríamos imaginar al efecto una red de consejos de trabajadores y, a nivel superior, la representación interfábricas, o entre ramos de la industria y comercio, o entre oficios y profesiones, y así sucesivamente hasta las asambleas generales de los consejos de trabajadores emanados de la base a nivel regional, nacional o internacional. Y desde el otro punto de vista, o sobre la otra vertiente, cabe imaginar un sistema de gobierno basado en las asambleas locales, a su vez federadas regionalmente y que entienda en asuntos regionales, a excepción de lo concerniente a oficios, industria y comercio, etc., para luego pasar al nivel nacional y a la confederación de naciones, etc.
Ahora bien; sobre el cómo se habrían de desarrollar exactamente estas estructuras y cuál sería su interrelación, o sobre si ambas son necesarias o sólo una, son preguntas éstas que los teóricos anarquistas han discutido y acerca de las cuales existen muchas variantes. Por ahora, yo no me atrevo a tomar partido; son cuestiones que habrá que ir elaborando y dilucidando a fondo y con calma.
P.J.: Pero, ¿no habrían, por ejemplo, elecciones nacionales directas, o partidos políticos organizados de punta a punta, como si dijéramos? Claro que si así fuera posiblemente se crearía alguna especie de autoridad central lo que sería contrarío a la idea anarquista.
Chomsky: No, bueno, la idea anarquista propicia que la delegación de autoridad sea la mínima expresión posible y que los participantes, a cualquiera de los niveles, del gobierno deben ser directamente controlados por la comunidad orgánica en la que viven. La situación óptima sería, pues, que la participación a cualquier nivel del gobierno sea solamente parcial, es decir: que los miembros de un consejo de trabajadores que, de hecho, ejercen sus funciones tomando decisiones que los demás trabajadores no tienen tiempo de tomar, sigan haciendo al mismo tiempo su trabajo en el tajo, taller o fábrica en que se empleen, o su labor o misión en la comunidad, barrio o grupo social al que pertenecen.
Y respecto a los partidos políticos, mi opinión es que una sociedad anarquista no tiene forzosamente por qué prohibirlos. Puesto que, de hecho, el anarquismo siempre se ha basado en la idea de que cualquier lecho de Procusto, cualquier sistema normativo impuesto en la vida social ha de restringir y menoscaba notablemente su energía y vitalidad y que, más bien, toda clase de nuevas posibilidades de organización voluntaria pueden ir apareciendo a un nivel superior de cultura material e intelectual. Pero yo creo, sinceramente, que si llega el caso de que se crea necesaria la existencia de partidos políticos habrá fallado la sociedad anarquista. Quiero decir que, a mi modo de ver, en una situación con participación directa en el autogobierno y en la autogestión de los asuntos económicos y sociales, las disensiones, los conflictos, las diferencias de intereses, de ideas y de opiniones tendían que ser no sólo bien acogidas, sino cultivadas incluso, para ser expresadas debidamente a cada uno de los distintos niveles. No veo por qué habrían de coincidir esas diferencias con unos partidos que no se crean a partir de las diferencias, sino para crearlas precisamente. No creo que la complejidad del interés humano y de la vida venga mejor servida dividiéndola de ese modo. En realidad, los partidos representan fundamentalmente intereses de clase, y las clases tendrían que haber sido eliminadas o superadas en una sociedad como la que nos ocupa.
P.J.: Una última pregunta sobre organización política. Con esa serie jerárquica de asambleas y de estructura cuasi gubernamental, sin elecciones directas, ¿no se corre el peligro de que el órgano central o el organismo que está en la cúspide de la pirámide, como si dijéramos, se aleje demasiado de la base y que si tiene poderes en asuntos internacionales, por ejemplo, podría incluso disponer de fuerzas armadas u otros instrumentos de violencia y que, a fin de cuentas, estaría menos vigilado que lo está un gobierno en las actuales democracias parlamentarias?
Chomsky: Es condición de primera importancia en toda sociedad libertaria prevenir semejante rumbo en los asuntos públicos de carácter nacional e internacional y a ese fin hay que crear las instituciones necesarias. Lo que creo que es perfectamente factible. Personalmente, estoy convencido de que la participación en el gobierno no es un trabajo full-time. Puede serlo en una sociedad irracionalmente regida en la que se provocan toda clase de problemas por la misma irracionalidad de las instituciones. Pero en una sociedad industrial avanzada funcionando como es debido por cauces libertarios, me imagino que la puesta en ejecución de las decisiones tomadas por los cuerpos representativos, es una ocupación part-time que tendría que ser llevada a cabo por turno en el seno de cada comunidad y que debería además exigir como condición a los que la ejerzan el no dejar sus propias actividades profesionales, siquiera en parte. Supongamos que fuese posible entender el gobierno como una función de empresa equivalente a la producción de acero, pongo por caso. Si eso fuese factible -y yo creo que es una cuestión de hechos empíricos que tiene que obedecer a sus propias determinaciones y que no puede proyectarse como pura teoría-, si eso fuese factible, digo, la consecuencia natural sería organizar el gobierno industrialmente, como si fuera una rama más de la industria, con su propio consejo de trabajadores y su propia disciplina autogestionaria y su propia participación en las asambleas de mayor extensión o alcance.
Podría añadir aquí que así sucedió en los consejos de los trabajadores formados espontáneamente en algunas partes, como por ejemplo en la revolución húngara de 1956. Había en efecto, si no me equivoco, un consejo de empleados del Estado que se habían organizado sencillamente a la manera industrial o empresarial como otras ramas de la industria de tipo tradicional. Cosa semejante es perfectamente posible y tendría que ser -o podría ser- una barrera que impidiese la formación de esa especie de remota burocracia represiva que los anarquistas temen tanto, como es natural.
P.J.: Suponiendo que continuase existiendo una cierta necesidad de autodefensa a nivel bastante perfeccionado, no comprendo por su descripción de la sociedad anarquista cómo podría ejercerse un control efectivo por parte del dicho sistema de consejos representativos par-time y aun a varios niveles de abajo arriba, sobre una organización tan poderosa y técnicamente tan perfeccionada por la fuerza de las cosas como el pentágono, por ejemplo.
Chomsky: Bien, bien, precisemos un poco la terminología. Usted habla del Pentágono como organización defensiva, que es lo corriente. En 1947, cuando se aprobó la Ley de Defensa nacional, el antiguo Ministerio de la Guerra -que así se había venido llamando honradamente- pasó a llamarse Departamento de la Defensa. Por entonces era yo aún un estudiante y no me creía muy ducho en la materia, pero sabía, como todo el mundo, que si el ejército estadounidense hasta entonces podía haber estado implicado en la defensa de la nación -y parcialmente así había sido- en adelante ya no sería el Departamento de Defensa más que un ministerio de la agresión, y nada más.
P.J.: Según el principio de que no hay que creer nada hasta que se niegue oficialmente.
Chomsky: Exactamente. Un poco bajo el supuesto con que esencialmente había concebido Orwell el Estado moderno y su naturaleza. Y éste es exactamente el caso. Quiero decir que el Pentágono no es de ningún modo el instrumento del Ministerio de la Defensa. Jamás ha defendido a los Estados Unidos contra nadie y lo único que ha producido ha sido agresión; por eso creo que el pueblo norteamericano estaría mucho mejor sin Pentágono que con él. Pero en todo caso no lo necesita para su defensa. Su intervención en los asuntos internacionales nunca ha sido -bueno, nunca es mucho decir, pero costaría trabajo encontrar una excepción- su posición o actitud característica la de apoyar la libertad o la de defender al pueblo. No es éste el papel que desempeña la organización militar tan vasta que controla el Departamento de la Defensa. Sus tareas son más bien dos bien distintas y ambas bastante antisociales.
La primera es la de salvaguardar un sistema internacional en el que los llamados intereses estadounidenses -con lo que se quiere significar principalmente intereses comerciales sigan floreciendo. La segunda tarea cumple una misión económica internacional. De ahí que el Pentágono haya sido el más importante mecanismo keinesiano por el cual el gobierno interviene para mantener lo que cómicamente se llama la salud de la economía mediante la incitación a producir, es decir, llevando a la producción del despilfarro.
Ahora bien, ambas funciones sirven a ciertos intereses, a intereses dominantes de hecho, intereses dominantes de clase en la sociedad estadounidense. Pero no creo que sirvan ni poco ni mucho al interés del público y un semejante sistema de producción de despilfarro y de destrucción sería desmantelado en lo esencial en una sociedad libertaria. Pero no hay que hablar demasiado de estas cosas. Si nos imaginamos, por ejemplo, una revolución social en los Estados Unidos -cosa que está muy lejos, diría yo-, mas si esto ocurriera, es difícil imaginar que hubiese un enemigo real de fuerza capaz de amenazar la revolución social del país; no iban a atacarnos Méjico o Cuba pongamos por caso. No creo, pues, que una revolución en Estados Unidos necesitase defenderse contra un agresión exterior. Mientras que si se proclamase una revolución social en Europa occidental, creo que en tal caso el problema de la defensa adquiriría caracteres críticos.
P.J.: Iba a decirle que seguramente no puede ser inherente a la idea anarquista la falta de autodefensa, ya que hasta ahora todos los experimentos anarquistas han sido aniquilados desde fuera.
Chomsky: Ya, lo que pasa es que a esas cuestiones no se puede contestar más que específicamente y siempre en relación con casos históricos concretos y en condiciones objetivas.
P.J.: No, es que se me hacía difícil entender lo que decía del control democrático adecuado para esa clase de organización, ya que me parece muy improbable que los generales se controlasen a sí mismos del modo que a usted le pareciese bien.
Chomsky: La dificultad estriba en que yo quiero apuntar la complejidad de la cuestión. Todo depende del país y de la sociedad de que se trate. En los Estados Unidos se plantea una clase específica de problemas. Si la revolución social libertaria se declara en Europa, creo que entonces los problemas que surgirían serían muy serios, ya que se plantearía de inmediato un gran problema de defensa. Porque supongo que si en la Europa occidental se consiguiese un socialismo libertario de cierta envergadura, se ceñiría sobre ella una amenaza militar inminente por dos partes, por la parte de la Unión Soviética y por la de Estados Unidos. Luego, el primer problema sería cómo defenderse. Con este problema tuvo que enfrentarse la revolución española. Porque no sólo estaba amenazada in situ por la intervención militar fascista, sino también por las unidades armadas comunistas y por los enemigos liberales de la retaguardia y de las naciones vecinas. Ante semejante magnitud y número de ataques, el problema de la defensa era el más grave, por ser de vida o muerte.
A pesar de todo esto, creo que hay que plantearse la cuestión de si la mejor manera de hacerlo es a base de ejércitos centralizados con toda su tecnología disuasiva; la verdad, no creo que la cosa sea tan de cajón. Por ejemplo, no creo que un ejército europeo-occidental centralizado impediría un ataque ruso o estadounidense con el fin de acabar con un socialismo libertario, porque la suerte de ataque que esperaría, francamente, no sería quizá militar, sino económico por lo menos.
P.J.: Pero por otra parte, tampoco es de esperar ya las clásicas algaradas de campesinos armados con horcas y hoces...
Chomsky: No hablamos de campesinos, sino de sociedades desarrolladas industrialmente y de elevado urbanismo. Se me ocurre que su mejor arma sería atraer la simpatía de las clases trabajadoras de los países atacantes. Pero repito que hay que ser prudente. Y no es nada improbable que la revolución necesitara tanques, ejército y que así se labrara su propia ruina por las razones antedichas. Es decir, creo que es muy difícil imaginarse cómo podría funcionar en régimen revolucionario un ejército central con sus tanques, aviones y armas estratégicas. Y si eso es necesario para salvar las estructuras revolucionarias, ¡ay de la revolución!
P.J.: Si el mejor método de defensa es, como usted dice, granjearse las simpatías de las organizaciones políticas y económicas, tal vez sería a este propósito oportuno entrar más en el detalle. En uno de sus ensayos dice usted que en una sociedad decente, todo el mundo tendría la oportunidad de encontrar un trabajo interesante y a cada cual le estaría permitido usar sus talentos por ofrecérsele las más amplías oportunidades a ese mismo objeto. Después se pregunta: ¿Y qué más haría falta? ¿Acaso una recompensa exterior en forma de lujos o de poder? Eso en el caso de que supongamos que el hacer uso de los propios talentos en un trabajo interesante y socialmente útil no nos recompensa por sí solo. Creo que esta manera de razonar agrada a mucha gente. Pero aun así necesita alguna explicación. Personalmente creo que el trabajo que a la gente puede parecer interesante o atractivo o satisfactorio no tiene por qué coincidir necesariamente con la clase de trabajo que tiene que hacerse por necesidad, sí queremos mantener el nivel de vida que la gente exige y al que está acostumbrada.
Chomsky: En efecto, hay una cantidad de trabajo que tiene que hacerse, si queremos mantener el actual nivel de vida. Está por contestar la pregunta: ¿en qué medida este trabajo tiene que ser oneroso? Recordemos que ni la ciencia, ni la tecnología ni el simple intelecto se han dedicado a examinar la cuestión con el fin de abolir el carácter pesado y autodestructivo de algunos trabajos necesarios en nuestra sociedad. Esto es debido al hecho de que siempre se ha contado con la reserva de un cuerpo considerable de esclavos a sueldo que harán cualquier trabajo, por duro que sea, antes que morir de hambre. Pero si la inteligencia humana se aplicara a resolver el problema de cómo hacer tolerables los trabajos más pesados que la sociedad requiere, no sabemos cuál sería la salida. Tengo para mí que gran parte de esos trabajos podrían hacerse totalmente tolerables. Esto aparte de que me parece un error creer que toda labor físicamente dura tiene que ser onerosa. Hay mucha gente -yo incluido- que emprende trabajos duros para relajarse. No hace mucho, por ejemplo, se me ocurrió plantar treinta y cuatro árboles en un prado detrás de mi casa, lo que implicaba tener que cavar treinta y cuatro hoyos. Considerando lo que normalmente hago como ocupación, eso representa un trabajo bastante pesado, pero he de confesar que disfruté haciéndolo. Sin embargo, estoy seguro que no habría disfrutado de tenerlo que hacer con un capataz delante y a horas fijas, etc. Aunque si es una tarea tomada por interés también puede hacerse. Y sin tecnologías, sin pensar en cómo planear el trabajo, etc.
P.J.: A esto podría decirte que existe el peligro de que esta manera de ver el problema sea una ilusión bastante romántica, sólo posible de abrigar por una pequeña élite de intelectuales, profesores, periodistas, etc. que están en la situación tan privilegiada de ser pagados por lo que les gusta hacer y harían de otras formas.
Chomsky: Por eso empecé por poner por delante un gran si condicional. Dije que primeramente hay que preguntarse hasta qué punto el trabajo necesario para la sociedad -o sea, el trabajo requerido para mantener el nivel de vida que queremos- ha de ser por fuerza pesado u oneroso. Yo creo que la respuesta sería: mucho menos de lo que lo es hoy; pero convengamos en que hasta cierto punto siga siendo sucio. Aun así, la respuesta es muy simple: ese trabajo sucio debe ser distribuido equitativamente entre todos los que son capaces de hacerlo.
P.J.: Entonces, que cada cual se pase cierto número de meses al año en la cadena de producción de automóviles y otro tanto recogiendo basuras u otras faenas ingratas...
Chomsky: Si es que efectivamente son éstas tareas de imposible autosatisfacción. Pero yo no lo creo, francamente. Cuando veo trabajar a los operarios, digamos a los mecánicos de automóvil por ejemplo, creo que muchas veces puede ser no poco motivo de orgullo cumplir con la tarea. El orgullo de un trabajo complicado y bien hecho en el que hay que hacer uso de la inteligencia, especialmente cuando uno está interesado en la gestión de la empresa y hay que contribuir a las decisiones de cómo organizar el trabajo, para qué sirve, cuáles son los objetivos de ese trabajo, etc. Yo creo que todo esto puede ser una actividad satisfactoria y recompensadora que, de hecho, requiere las capacidades que los trabajadores despliegan de buen grado. Pero la verdad es que estoy hablando hipotéticamente. Supongamos que quedase un residuo de trabajo que nadie quisiera hacer; en tal caso no hay más que distribuirlo entre todos equitativamente, pero por lo demás que la gente ejerza libremente sus talentos a su buen entender.
P.J.: Supongamos ahora, profesor, que ese residuo fuese muy grande, como hay quien sostiene que sería si el trabajo para producir un noventa por ciento de lo que todos quisiéramos consumir se realizara cumplidamente. En tal caso, organizar la distribución de este trabajo sobre la base de que todo el mundo hiciera una pequeña parte de los trabajos sucios o pesados, resultaría echar mano de algo absurdamente ineficaz. Porque para eso habría que entrenar y equipar a toda la gente, porque toda tendría que pasar por los trabajos sucios, de lo que sufriría la eficacia de toda la economía y, por consiguiente, el nivel de vida se rebajaría ostensiblemente.
Chomsky: Bueno, ante todo hay que convenir en que nadamos sobre puras hipótesis, ya que no creo que sus porcentajes sean ni mucho menos reales. Ya he dicho que si la inteligencia humana se aplicara a proyectar una tecnología adaptada a las necesidades del productor humano en vez de hacerlo al revés tendríamos la solución. Ahora se plantea el problema inverso: cómo adaptar el ser humano a un sistema tecnológico ideado para otros objetivos, es decir, la producción para el beneficio. Estoy convencido de que si se hiciera lo que digo el trabajo indeseado será mucho menos cuantioso de lo que usted sugiere. Pero como quiera que sea, fíjese que tenemos dos alternativas: la primera es distribuirlo equitativamente, la segunda es crear las instituciones adecuadas para obligar a un grupo de la población a hacer los malos trabajos so pena de morirse de hambre. Esas son las dos alternativas.
P.J.: No digo obligados, sino que podrían hacer esos trabajos incluso voluntariamente los que considerasen que valía la pena hacerlos a base de una mayor remuneración correspondiente.
Chomsky: Ah no, supongo que ya ha sobreentendido que para mí todo el mundo ha de recibir por su trabajo, sea cual sea, una recompensa igual. Y no olvide que actualmente vivimos en una sociedad en que la gente que hace los trabajos pesados no es mejor remunerada que la que hace su trabajo voluntariamente; todo lo contrario es verdad. De la manera en que funciona nuestra sociedad, una sociedad de clases, los que hacen los trabajos más duros, más pesados o más sucios son los que cobran menos. Esos trabajos se hacen, sin más, pero nosotros no queremos ni pensar en que existen, porque sabemos que hay una masa de gentes miserables que sólo controlan un solo factor de la producción: su fuerza de trabajo, que tienen que vender; o tendrán que aceptar esa clase de trabajos porque no tienen otra cosa que hacer y antes que morir de hambre se emplean por los más bajos salarios. Acepto la corrección. Imaginémonos tres clases de sociedades: la primera, la corriente, en la cual el trabajo indeseable se da a los esclavos a sueldo. Luego un segundo sistema en que el trabajo ingrato, después de haber hecho todo lo posible para darle sentido, es distribuido y, en fin, el tercer sistema en el que el trabajo malo da derecho a una paga extraordinaria, tanto que por ella acceden a hacerlo algunos voluntariamente. Pues bien; yo creo que el segundo y el tercer sistema están de acuerdo -en estos términos vagos en que estamos hablando- con los principios anarquistas. Personalmente me inclino por el segundo, pero ambos están totalmente alejados de toda organización social vigente y de toda tendencia a cualquier organización social en la actualidad.
P.J.: Se lo plantearé de otra manera. Me parece que se está ante una opción fundamental, por mucho que se la quiera camuflar, entre el trabajo satisfactorio de por sí y el trabajo que hay que organizar sobre la base del valor que tiene lo producido para la gente que lo usa o consume. Y la sociedad organizada sobre la base de dar a todo el mundo las mismas oportunidades para llevar a cabo sus más caras aficiones, lo que expresa en esencia la fórmula del trabajo por el trabajo mismo, tiene su culminación lógica en el monasterio o convento, donde la clase de trabajo practicado, o sea, el rezo, es un trabajo de autoenriquecimiento del propio trabajo. No se produce nada que sea de provecho para nadie, así que, o bien hay que vivir a un nivel de vida lo más bajo, o bien hay que resignarse a morir de hambre.
Chomsky: Bien, aquí hace usted unas suposiciones de hecho con las que no estoy de acuerdo en absoluto. Yo creo que parte de lo que le da sentido al trabajo es su utilidad, es el hecho de que sus productos se puedan utilizar. El trabajo del artesano tiene su sentido al menos en parte por la inteligencia y la destreza que ha de poner en él, pero también en parte porque es un trabajo útil. Lo mismo diría yo que vale también para los hombres de ciencia. Creo que el hecho de que la clase de trabajo que uno está haciendo sirva para otra cosa -que es el caso del trabajo científico, como usted sabe-, que contribuya a algo más es muy importante, aun prescindiendo de la elegancia o la belleza que uno pueda lograr con su trabajo. Estoy convencido que esto vale para todas las actividades humanas. Creo además que si echamos una ojeada por una buena parte de la historia de la humanidad, nos daremos cuenta de cuántos han sido los que han sacado satisfacción -y no poca- del trabajo productivo y creador que han estado haciendo; pero también creo que la industrialización propicia enormemente esa satisfacción. ¿Por qué? Pues porque gran parte de las faenas fastidiosas y sin atractivo pueden hacerlas las máquinas, lo que significa que automáticamente el radio de acción del trabajo humano realmente creador resulta muy notablemente agrandado. Pero a otra cosa. Usted habla del trabajo libremente emprendido como afición o hobby. Yo no lo juzgo así. Pienso que el trabajo libremente elegido y ejecutado también puede ser trabajo útil e importante.
También plantea usted un dilema que muchos se plantean, a saber: entre el deseo de satisfacción en y por el trabajo y el deseo de crear cosas de valor para la comunidad. Pero no está tan claro que se trate, en efecto, de un dilema y menos de una contradicción. No me parece obvio, ni mucho menos -yo creo que es falso- eso de contribuir a un mayor placer y satisfacción en el trabajo sea inversamente proporcional al valor del resultado.
P.J.: Yo no diría inversamente proporcionado para mí podría no tener relación alguna. Pongamos algo muy simple como vender helados en la playa un día de fiesta. Es un servicio a la sociedad. Hace calor y no hay duda de que el público quiere helados. Por otro lado, es difícil ver aquí en qué medida llevar a cabo esta tarea de vender helados puede ser motivo de placer profesional ni pueda tener algún sentido, virtud o ennoblecimiento social. ¿Por qué razón habría de dedicarse a prestar ese servicio sí no te recompensa de alguna manera?
Chomsky: Le advierto que más de una vez he visto a vendedores de helados con cara de pascuas...
P.J.: Sí estaban ganando dinero a puñados lo creo.
Chomsky: ... y que parecían muy contentos de estar vendiéndoles helados a los niños, lo cual me parece una manera de pasar el tiempo perfectamente razonable y estimulante, si se compara con otras ocupaciones, con miles de ocupaciones diferentes. Recuerde que cada persona tiene su ocupación y me parece que la mayoría de las ocupaciones existentes -y en esencial aquellas que entran en la clasificación servicios, o sea, que entran en relación con el prójimo-, conllevan de por sí una satisfacción u otra y unas recompensas inherentes a ellas asociadas, esto es, en el trato con los individuos a los que prestan sus servicios. Para el caso es lo mismo dar clases que vender helados. Admito que para vender helados no se necesitan ni la dedicación ni la inteligencia necesarias para impartir enseñanza y que tal vez por esta razón sea una ocupación menos envidiada. Pero si así fuera, tendría que ser repartida entre todos.
Pero todo esto aparte, lo que trato de decir es que nuestra creencia caracterizada de que el placer en el trabajo, la satisfacción en el trabajo o no tiene o tiene relaciones negativas con el valor del resultado, está estrechamente relacionado con un estadio particular de la historia social, esto es: el capitalismo, en cuyo sistema los seres humanos son instrumentos de producción. Lo dicho antes no tiene por qué ser, ni mucho menos, la verdad. Por ejemplo, si pasamos revista a las numerosas entrevistas hechas con obreros que trabaran en cadena por sicólogos industriales, echaremos de ver que una de las cosas de que más se quejan es de que su trabajo no pueda hacerse bien, que la cadena va tan de prisa que no pueden hacer su trabajo decentemente. Hace poco leía en una revista gerontológica un estudio sobre la longevidad en el que se trataba de encontrar los factores útiles para predecir la longevidad -ya sabe: el fumar, el beber, los factores genéticos-, todo lo habían examinado. Pues bien, ¿sabe cuál es el factor más favorable? La satisfacción en el trabajo.
P.J.: Ya, la gente que tiene un trabajo agradable vive más, ¿no?
Chomsky: Bueno, sí, la gente que está satisfecha con su trabajo. Lo que me parece muy lógico, puesto que no sólo nos pasamos en el trabajo una gran parte de nuestra vida, sino que en el trabajo es donde más ejercemos nuestra capacidad creadora. Ahora bien; ¿qué es lo que lleva a esa satisfacción en el trabajo? Creo que son muchas cosas, pero el saberse haciendo algo útil para la comunidad es un factor nada desdeñable. Muchos están satisfechos de su trabajo por creer que están haciendo algo importante, algo que vale la pena hacer. Igual pueden ser maestros como médicos, científicos como artesanos o agricultores. Sentir que lo que uno está haciendo es importante, digno de hacerse, no sólo refuerza los vínculos sociales sino que también es un motivo de satisfacción personal, porque con un trabajo interesante y bien hecho nace esa especie de orgullo de quien se autorrealiza, de quien pone en práctica sus habilidades personales. Y no creo que esto vaya a dañar de cualquier modo que sea el valor de lo producido, sino más bien al contrario. Pero concedamos que hasta cierto punto lo perjudicase. Llegada la sociedad a tal punto, debe decidir la comunidad cómo hacer los compromisos necesarios. Al fin y al cabo, cada individuo es a la vez productor y consumidor y por lo tanto cada individuo ha de tomar parte en esos compromisos socialmente determinados, es decir, si verdaderamente hay necesidad de establecer compromisos. Porque me permito insistir en que se ha exagerado mucho la naturaleza de estos problemas a causa del efecto aberrante del prisma que interpone el sistema verdaderamente coercitivo y destructor de la personalidad en que vivimos.
P.J.: De acuerdo. Usted dice que la comunidad tiene que tomar decisiones sobre compromisos eventuales, pero no es menos sabido que la teoría comunista previene estas posibilidades completamente, ya por la planificación, ya en materia de inversiones, de prioridades de inversión nacional, etc. En una sociedad anarquista cree usted que no se tolerara tanta superestructura gubernamental necesaria al parecer para hacer planes, tomar decisiones sobre inversiones por ejemplo si hay que dar prioridad a lo que la gente quiera consumir o a lo que la gente quiera hacer en materia del trabajo.
Chomsky: No estoy de acuerdo. Me parece que las estructuras anarquistas, o para el caso las de los marxistas de izquierda, basadas en el sistema de los consejos y federaciones de trabajadores, se bastan y se sobran para tomar una decisión sobre cualquier plan nacional. De igual manera funcionan a ese nivel -digamos nacional- las sociedades de socialismo estatal al tener que elaborar planes nacionales. En esto no hay ninguna diferencia. Donde la hay -y grande- es en la participación de tales decisiones y en el control que sobre ellas se ejerce. Los anarquistas y marxistas de izquierda -consejistas, espartaquistas- toman estas decisiones desde la base. Es la clase trabajadora informada la que las toma a través de sus asambleas y de sus representantes directos que viven y trabajan entre ellos. Pero en los sistemas de socialismo estatal, el plan nacional viene trazado por la burocracia nacional que acumula para sí y monopoliza toda la información necesaria y que toma las decisiones. De vez en cuando se presenta al público y le dice: Podéis escogerme a mí o a ése, pero todos formamos una misma burocracia remota que no está a vuestro alcance. Éstos son los polos, éstas son las oposiciones polarizadas dentro de la tradición socialista.
P.J.: O sea que, de hecho, sigue desempeñando un papel importante el Estado, e incluso posiblemente los empleados públicos, la burocracia, pero lo que es distinto es el control ejercido sobre ellos.
Chomsky: Bueno, yo no creo, francamente, que se necesite una burocracia separada del resto para poner en ejecución las decisiones gubernamentales.
P.J.: Se necesitan varias formas de pericia.
Chomsky: Ya, pero digamos que se trata de una pericia en materia de planificación económica, puesto que no hay duda de que en toda sociedad industrial compleja tendría que funcionar un grupo de técnicos encargados de trazar planes, de explicar las consecuencias de toda decisión importante, de poner en antecedentes a las personas que han de decidir sobre las consecuencias de sus propias decisiones según se desprende del estudio y modelo de programación, etc. Pero lo importante es que estos sistemas de planificación no son otra cosa que industrias, con sus propios consejos de trabajadores y formando parte de todo el sistema de consejos; la diferencia consiste en que estos sistemas de planificación no son los que toman las decisiones. Producen planes de la misma manera que las fábricas de automóviles producen coches. Los planes están, pues, a disposición de los consejos de trabajadores y se someten a las asambleas de consejos, de la misma manera que los automóviles se fabrican para correr con ellos. Ahora bien; lo que este sistema requiere es una clase trabajadora educada. Y esto es exactamente lo que somos capaces de conseguir en sociedades industrializadas de alto desarrollo.
P.J.: ¿En qué medida el éxito del socialismo libertario, o del anarquismo, depende realmente de un cambio fundamental en la naturaleza humana, tanto en su motivación como en su altruismo, así como en sus conocimientos y su grado de refutamiento?
Chomsky: No sólo creo que depende de eso, sino que todo el propósito del socialismo libertario contribuye a lo mismo, efectivamente. Se trata de contribuir a una transformación de la mentalidad, exactamente la transformación que el hombre es capaz de concebir en cuanto concierne a su habilidad en la acción, su potestad de decidir en conciencia, de crear, de producir y de investigar, exactamente aquella transformación espiritual a que los pensadores de la tradición marxista izquierdista, desde Rosa Luxemburgo, por ejemplo, pasando por los anarquistas, siempre han dado tanta importancia. De modo que por un lado hace falta esa transformación espiritual. Y por otro, el anarquismo tiende a crear instituciones que contribuyan a esa transformación en la naturaleza del trabajo y de la actividad creadora, en los lazos sociales interpersonales simplemente, y a través de esa interacción, crear instituciones que propicien el florecimiento o eclosión de nuevos aspectos en la humana condición. En fin, la puesta en marcha de instituciones libertarias siempre más amplias a las que pueden contribuir las personas ya liberadas. Así veo yo la evolución del socialismo.
P.J.: Y por último, profesor Chomsky, ¿qué opina de las posibilidades hoy existentes para fundar sociedades según acaba de bosquejarlas en los países Industriales más importantes de Occidente en el próximo cuarto de siglo más o menos?
Chomsky: No creo ser lo bastante sabio ni estar lo bastante informado como para hacer predicciones de este tipo, es más: creo que aventurarse a semejantes pronósticos dice más de la personalidad que del juicio del que los lanza. No obstante, tal vez podría decir esto: hay tendencias obvias dentro del capitalismo industrial hacia una concentración de poder en estrechos imperios económicos dentro de un marco que se está convirtiendo cada vez más en un Estado totalitario. Estas tendencias vienen desarrollándose desde hace bastante tiempo y, francamente, no veo nada que pueda contenerlas. Creo, pues, que estas tendencias seguirán su curso formando parte del anquilosamiento y la decadencia de las instituciones capitalistas.
Ahora bien; creo que este recurso hacia un totalitarismo de Estado y hacia una concentración económica exasperada -ambas cosas en conexión, por supuesto irán engendrando reacciones, tentativas de liberación personal, de liberación social, que adoptarán toda clase de formas. Por toda Europa se levanta un clamor reclamando la participación obrera o la codeterminación y hasta el control de los trabajadores. Por ahora todas esas tentativas son mínimas. Más bien creo que son engañosas y que, de hecho, pueden minar los serios esfuerzos de la clase obrera por liberarse. Pero en parte constituyen también una respuesta pertinente por representar una intuición y un entendimiento robustos de que la coerción y la opresión, ya sean hechas poder económico privado o burocracia estatal, no forman parte necesariamente de la vida humana, ni muchísimo menos. Cuanto más concentración de poder y autoridad, más rebelión y mayores esfuerzos para organizarse a fin de destruirlas. Tarde o temprano esos esfuerzos serán coronados por el éxito. Así lo espero.
Una razón más para apoyar a la izquierda libre en el 2008.